miércoles, diciembre 02, 2020

Besotes

 Cuando no veo que aquellos que llegaban no acuden, ni en el número, ni en la duración a mi hotel-resort que le ofrecía un cielo finito, me empiezo a poner nervioso. Fijense si les quería que ponía a su disposición, las mejores de mis sonrisas, su lenguaje aprendido a pedradas, que me lanzaba yo mismo para prestar atención a sus extenuantes acentos y sus implosiones más exasperantes; e incluso, lanzaba detrás de unos muros, a los sitios mas inhabitables de la isla, a aquellos que podían distorsionar el sentido más pleno de felicidad que les era ofrecido en bandejas de servidumbre y admiración:

  Sentirse bañado en cada uno de los poros por un sol que mecía los rayos para que se hicieran hueco hasta en el punto más recondito de mi cuerpo.

  Agarrarse a las olas de un Océano Atlántico para que la cotidianedad de mis días de oficina, enseñanza o limpieza en un clima gélido y, por días, desapacibles, fuera explosionada por un vaiven cadencioso de las crestas y los valles que me parecían transportarme a mundos infinitos. Añadiendo alguna que mostraba su violencia rompiendo en mitad de mi columna, ansiosa de esa emoción e incluso, en algun despiste sintiéndome tragado por una resaca que me hacía luchar contra la boca del mar adentro para salir de sus fauces, en ese momento exasperado.

  Soltarse en el más mínimo gesto para que sus deseos fueran cumplidos en medio de alabanzas y gracejos, que eso sabemos, que les gusta. A la civilización, el primitivismo, como momento exótico, le hace sentirse en un estadio superior y de suficiencia.

 Si, todo eso, les es dado con suficiencia; ¿por qué no vienen? 

Dicen que existe una pandemia, con efectos mortales; pero mis necesidades, son de ahora, no tienen un futuro,  ni tan siquiera un mañana; todo me lo jugue en esta inversión y mi familia, mi modo de vida se puede venir al garete. Los mejores artistas, jugadores se exhiben para publicitar los grandes bancos, pero estos, en su sala de máquinas tienen la orden de ir a su máxima plenitud para dar satisfacción a sus acciones, que dando beneficios, ciegan los ojos de sus poseedores. Estos escuchan y dicen grandes palabras pero su cerebro y corazón está en el compartimento de su bolsillo que debe ser satisfecho.

Por lo tanto, sé lo que existe en el interior de ese publicitado banco, porque en escala, yo soy lo mismo, tengo que recibir personas para obtener beneficios que no me hundan.

Ahhh, si, hablaba de la pandemia, tengo a unos que dicen miles de personas a comprar. Admiro su arrojo; veo a todos esos seres lanzados a vivir, como yo. Luego les piden prudencia en los contactos, pero la letra del carpintero, cumple luego a las 15h, El gobierno no llega. La gente debe comprar como antes en las manifestaciones del 8M no debiera salir, porque el efecto analgésico de las manifestaciones por los seres humanos no es el mismo que cuando vas a consumir.

Claro y aquí vamos a la cuestión del día. No pueden venir extranjeros para llenar nuestras arcas que equilibren nuestras deudas, pero si pueden venir MIGRANTES, MENAS, EMBARAZADAS, que pueden traer algunos de esos males y yo les tengo que acoger e incluso con poco beneficio y el trauma y el estigma de haber dado alojamiento a esos....., esos,........, porque no, para mí, sobretodo para mi alcadesa, bueno si ha comprado votos y otras irregularidades, no son Ahmed o Imán que han debido salir, por "patas", de sus condiciones de vidas extremas que les fueron impuestas cuando otros, quizás como yo, inversores quisieron obtener beneficios que también satisfacieran su dinero, a costa de violencias, salvajismo, desde arriba, pero también desde quien en sus necesidades o ambición era capaz de traicionarse a si  mismo y a su tribu ofreciéndoles inmoladas vidas encadenadas a la pobreza.

Lo siento, no tengo tiempo para mirar sus ojos profundos, donde anidan sus necesidades; me dice quien me escribe que en aquellas cuevas pudieran estar también mis carencias, tan similares: luchar por la vida, ansiar tener una vida mejor. 

No, no le concedo a ese señor, sentado en su sillón, no del todo adaptado a él, con su portátil explorador de palabras y de ideas que parecen cada vez más encastilladas con fosos que impidan llegar a nadie, a su búrbuja de oro; como decía no le concedo que me ponga ante el espejo de verme reflejado en esas personas tan, tan, tan, tan negras, porque quizás pudiera comprender que lo que en ellos es la piel, lo que se ha ennegrecido, como les pasa a algunos de mis clientes, que tostados en cebada líquida, comienzan con el paso de los días a ennegrecer en sus pieles hidratadas por productos que en estos migrantes fueron sus horas de sol, y su carencia de normas para exhibir sus cuerpos marmoleos, exuberantes que recibían en torrentes el bronceado de la horas del día en la calle; en mí podría ser la negritud interna de haberme entregado a personas que expolean mis miedos, mis ansiedades, para que lo que veía como producto agradable y necesario en los extranjeros que venian a consumir lo que yo les ofrecía con sumisión pero con la caja registradora abierta; en otros, también extranjeros, sólo vea otros productos, pero esta vez, pútridos y pernicioso para ser expuestos entre los muros de mi exhausta cuenta corriente.

Le agradezco a los dedos gráciles que aprendieron el ritmo hace ya casi siglos, que me den la oportunidad de materializarme en un ser humano que busca encontrar la complicidad de quien me lea. He salido a manifestarme, alentado por mis malas condiciones económicas. Sé que han existido fuerzas, que sin ellas no hubiera tenido la misma contundencia esa exhibición de mis miedos, que me han utilizado para ser propagar su mensaje de odio al diferente y de España primero, aunque esta sea la de quienes les financian. 

Le concedo a mi escritor que si, que enfrente esos migrantes, son tan seres humanos, como lo soy yo, y que la diferencia de necesidades, de abismos económicos que se nos abre a cada uno no debieran ser fallas para enfrentarnos, sino puentes para encontrarnos. 

Pero ¡eh!, ¡eh! junta letras, existen otros sitios, otros lugares que deben ser abiertos porque ni ellos, quieren estar en otras condiciones. Nuestras comodidades que, en muchos casos, llegaron con "grandes combos blancos" deben saber que no son ciegas en sus consecuencias.

Olas surcadas, seres en busca de compartir humanos besotes



  

 

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