jueves, diciembre 10, 2020

Mar para una educación

 Dicen que para llevarse un oscar, los actores tienen que hacer el papel de una persona con algun tipo de discapacidad física. Sean Penn lo hizo y lo ganó.

Montarse en el cine para recorrer paisajes de vida y espacios en los que arraigarse. 

Alguien proclama la mentira, como abandera la limpieza. Tareas de momento, compromiso de instantes. 

En un espacio abierto, nueva invención el río encuentra su mar. El primero pequeño, receptor  de aguas que arrastra lo que cada uno cree conveniente, el segundo balsa donde se posa lo que arribó, los pozos ciegos, los desagües de unos edificios solariegos que la riqueza puso en manos de la masa, para poder culparla de la brutalidad de la muerte de nada menos que un Mar, por muy menor que sea.

Prepotencia de poder aspirar a un descanso merecido, mecido por unas aguas que en verano acunan a las familias que cuidan a sus criaturas, sanas, sobre vertederos, tapiados por la pulcritud a punto de explotar.

Sociedades entregadas a quienes les dan cimientos corrompidos. Se darán cuentas las primeras, pero las segundas, hará tiempo que les haya preparado otros cielos, cienos donde hundirse. 

 



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