jueves, diciembre 31, 2020

Pulguita y los viajes

 Visto desde perspectiva del tiempo, el 2020 ha sido una pulguita. Y sin embargo, como una hormiga me voy introduciendo en cada una de las innumerables migas que lo componen y las cortezas que cuestan tragar.

El caso de como una hormiga inquieta, empiezo a visitar, ¡pues cual va a ser!, la más onírica, por si me sirve para imaginarme algo, por su forma, por su luz, por su sabor o su sonido. No me es fácil, no soy de mucho imaginar. A lo más que he llegado es a imaginar que una sirena con la que comparto inmersiones, me envolvía entre sus aletas y me daba un beso con el cual podía sobrevivir en medio de las agua, cruzándome con peces espadas, o pulpos y al primero, saludarle desde lo lejos y al segundo hacerme un lio por no saber cual mano darle a modo de saludo. Con los atunes, es más fácil porque como son bonitos pues parece como que encuentras un cierto placer en compartir confidencias.

Pero fuera de esto, como afirmaba, no soy de mucho soñar. Asi que me envuelve en la primera miga que me encuentro. 

Espesa como ella sola; alimenticia, no mucho porque cuando la vas engullendo te va creando como u retortijón que no te hace estar seguro en la presencia, por ejemplo, de mi amiga la sirena. Con lo cual, a veces, te las ves canutas para salir del paso; sobre todo, si estás en el medio de la ciudad. En el campo, lo cubres muy bien, diciendo: "me he apartado allí, porque esta flor que os traigo de aquellos aledaños a la casa, donde brilla el cristal por el último rayo de sol, los griegos la utilizaban para curar la tartamudez. 

Al masticarla producía una acidez que te obligaba a estar hablando lo más rápido posible, para olvidarte de ese nauseabundo sabor que se había instalado y que amenazaba con destrozar la paciencia más trabajada. 

Sin darte cuenta, no fue el caso de Demóstenes, que se metía piedrecitas en la boca, por cierto ¿tendría cita también un lunes 12 de Enero, con una odontóloga para reparar las piezas dentarias, una vez curados sus problemas de voz?

En la visita, no guiada por esa miga, vamos a llamarla poca amiga de recibir atenciones, hemos comprendido que la llegada a una nueva masa, nos implicaría en enigmas quizás irresolubles para nuestro tiempo. La observábamos un poco dispersa, como agujereada en el el corazón; intuimos que nos metería, en muchos casos, en determinados problemas que no te podrías esperar. La ves con una cierta complicidad, porque es muy abierta, como si la hubieras podado por el centro y las ramas que buscan el cielo para que la luz se recree visitando, incluso, sus partes bajas, que como si fuera un barriguitas, hacía tiempo que no podía atisbar por sus prominencias. 

Cuando, después de un efusivo abrazo, comprendes que quedarte un rato mirando el atardecer que con sus últimos rayos baña las olivas caídas donde en el invierno no da el sol y por lo tanto se te ofrecen como escarchados para deslizarse sobre tu adormecido cuerpo deseoso de ser abrasado, no se sabe si por la huidiza sirena o aquella que caminaba entre las zapatillas para recogerte en un modelo adecuado en color y número.

Vaya con la continuidad de un grupo de migas que se te han ofrecido como un laberinto. Cómo hormiga me parece insalvable, como amiga de la cigarra, me da la sensación que exorcizaré los quebraderos de cabeza que me pondría producir, hallarme en el medio de un sin sentido y por ello, medir la longitud de los algoritmos para navegar por el sendero correcto.

Es duro, adentrarse en este tiempo; es cruel, porque cuando piensas en cada una de estas encrucijadas, que en tu caso le has ido poniendo nombres, como otros, les habrán puesto, otros. Te das cuenta que vivir de cerca caminos tan pantanosos, te pueden clavar los pies para buscar la salida correcta. Luego les recuerdas: Florencio, Francisco, la tia Isabel, Aurelio y más, demasiado, muchos mas, y les piensas como que ellos fueron la base humana que ahora quieren que este tiempo sea vivido en plenitud por los que están. Sabiendo que estuvieron.

Así quizás, con la percepción de su vida, para seguir la tuya, emprender un viaje hacía la miga de las mil tonalidades y los cientos de matices. La escalas y te asientas sobre ella, porque se modeló en un banco y desde este, ves maravillosas pequeñas obras de arte que trabajo por el amor a sacar de sí, sus fantasmas, temores y demás visiones. 

Estas las has intuido grandes, o pequeñas, pero cuando contemplas la comunión entre Miguel y Manuela, sabes que estás ante su obra más completa. Y sí, también vivió la vida para que tu también viajes, con muchos de los abrazos que te dan sus recuerdos.

Cuando, desde tu pequeñez contemplas la grandeza de una simple pulguita. Ves estrellas como las interminables de Vazancao, pero, porque las ves, porque yo soy poco de imaginar.

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