La hoja que durante el verano perdió el verde por la intensa vida frente a un sol abrasador y el beso de las miradas enamoradas; la observamos, ahora, seccionada con un tajo certero, que flota guiada por el viento invernal hasta posarse silenciosa, sobre un suelo húmedo, donde los pasos de este año, retumban en un homenaje permanente a los que la vivieron
Sabemos que es un tiempo especial; a su lado, pasarán seres que tienen labradas estrias sobre un rostro que tiene marcadas las madrugas heladoras o las aguas persistentes que entran laterales como buscando encontrar sustento entre las piedras; quizás alguno de ellos bajará la mirada y se quedará meditando ante nuestra hoja y de forma sorpresiva la pensará como un espejo donde ver el reflejo de los familiares que les precedieron en las labranzas, en los miedos, en el sentimiento de "por mucho esfuerzo" esto no da más de sí para todos.
Quizás más adelante, abandonada por esa ensoñación, hará otro intento de levantar vuelo, añadida su curiosidad a la ráfaga de caricias de una transición al invierno, demasiado otoñal. Todo indica que será arrastrada hasta la fuente, se posará y soñara iniciar un viaje por el canal en el que casi adormecidas, espera a la nieve esquiva, para que con su deshielo la haga trepar y superar los barros movedizos que amenazan con engullirlas para ser parte de un abono, por ahora, despersonalizado, insaboro y con el pánico de ser alimento de un fracaso.
No muy lejos un ser, corre como en una plegaria, entra en comunión con su sala de curas que agrando, quizás egoísta, para extasiarse cuando la muerte aún producía más ruido que ese lecho de un placer extremo. De Tornasol a Vega Somera; de ahí, dudas o a las Callejas o a Monteagudo, vivir como en una performance de un cuadro costumbrista el huir o el quedarse indiferentes los habitantes de un mundo viejo, ojalá en transición a encuentros de respeto al medio ambiente.
Con delicadeza toma la hoja,
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