jueves, julio 13, 2006

Agua.

Agua, agua, agua, tan tórrida, tan deseable, tan de vida.
Vida, vida, a ellos que ofrecen estados tan placenteros, tan lúdicos,
vida para el sediente, cede en su sed a las luminosas palabras.
efervescentes campos, os relamíis ante la potencia del seductor.

Terciarios defensores de palabras, soporte de "nobles ideas"
agarrad el día, la hora del que vaga
deshaceros del tesoro de la palabra y convertirla en hábito
Hablad del desgarro producido por las altisonancias del ávaro
que en su codicia por el agua, utiliza la bajeza de nombrar el trabajo
del explotado como bien social producido y la beldad de lo que se acaba
olvida mencionar que el utilizará al ejército cuando alguien, no sólo defienda su dinero,
sino sólo su derecho a tener el mínimo esencial para beber, incluso para mojarse la lengua, será entonces un sin sentido las palabras del loco acaparador, cuando su inmudicia por tener halla llevado a perder incluso vidas. Siempre fue así, dura realidad, por encima de la vida de las palabras y ahí nunca habrán estado aquellos vocífeos personajes de cataclismos

el mestizaje de Tom Joab

Tom Joab, esencias de ser en el polvo de sus botas, cabalga autómata, poseido por las "palabras-spots". Eterna honradez del ser humano trabajador que se encaminan hacia las "ideas faros". El poderoso se apropio de aquellas luces: tranquilidad, dios, equilibrio y sobre esos cimientos, vistió falsedades. Papa Tom, extenuado de un viaje por el desierto humano, entrego el amor de su trabajo por la familia, incluso para obtener unas coles silvestres. En la opacidad de la luz, el otro ser, consciente por sus próximos e incluso viendo más allá, le enfrenta con su propio recorrido por los infiernos, Tom, caído el velo, quebrada su visión, nunca, ya, esperanzada, comprendera que su lucha es contra el poderoso y lo aceptará. Será cruel aceptar que sus iguales, sumisos a los faros le tratan de aparcar de la sociedad, por sus mismas miserias, aunque esclavizados, asieron tablas que implican el hundimiento del otro y, desde ahí, emprendieron un viaje sin retorno a su autovejación humana.

Tom Joab, 80 años después, 80 años antes, existe sumiso, atrapado por los secuaces, entregados al capital, siempre filibustero, siempre maravilloso, eternamente inhumano

Siameses y mercader

Siameses y mercader
Zaida, Fernando y