domingo, mayo 31, 2020

Mi equivocación

En mi caverna, escucho a Javier Gallego, "crudo", leo a Magda Banderas, me paseo, por eldiario.es y en CTXT, reposo mi cansancio para buscar respuestas. Pero es mi caverna, quizás deba salir porque ahí fuera existen miles de personas que no lo han oido en su vida y que, sin embargo, afirman que existen un periodismo malo, malísimo. Y lo igualan por los dos lados.

 Nunca sabré los dos lados de los que hablan; si no conocen uno de los lados y si no ponen en cuestión todo lo que le están negando.

Su gran diablo parece ser Ferraras, puede que lleve algún año, o al menos meses, sin ver más de 4 minutos. Lo raro de ese odio es que habiéndole visto rodearse de seres alimentados por los bajos fondos de todo tipo tantos económicos, como policiales. Sean conscientes de esa imagen pobre que transmiten esos seres embellecidos por las basuras

 Encuentro en la puerta de la caverna al clásico portero que debido a mi pobre imagen siempre me mira de arriba abajo y duda de dejarme salir, incluso habiendo adquirido ya mi ticket. ¿Por qué siempre he dado una imagen tan débil? Será que lo soy. Después de un rato y recibir el señor gorila la orden, me deja pasar y me dice oye, se equidistante, de esa manera vas a ir teniendo lianas a las que amarrarte.

En dos segundos, me confirma, he recibido toda la información que tiene todo el mundo de tí. Sé de tus debilidades, de los malos entendidos que, a veces, te rebelan contra ti mismo. Por eso, se complaciente, afirma y no busques enfrentarte. ¿No te das cuenta? no has conseguido cambiar nada en la información que reciben las personas que te interesan.

 Escribes mientras Jeff Jarvis habla en el "A vivir", cuestiona la información como la recibimos. A la mayoria de las personas no le importa. Cuidan a sus seres queridos, trabajan con un cierto interés, escuchan lo que un ser humano medio debe oír. Él mismo es crítico con la labor del periodismo; y por otro lado, anda buscando soluciones para que alguien que lanza mentiras, sea anulada porque antes el periodista haya indicado que es lo que se ajusta a la realidad sucedida.

  Así que este Domingo, cuando he podido dejar de utilizar todas las herramientas que tengo a mi disposición, me he lanzado a advertirle a Guillerm que me siga rompiendo la pantalla, porque si, me he quedado en la caverna, al menos que las anteojeras que me llevan a la única pantalla, esta sea destrozada para ante mi tenga una caleidoscopia de posibilidades.

 A ver quien tiene narices a sujetar la bandera del radicalismo en el artículo de Santiago Alba Rico

CTXT: ser o no ser uno mismo

No es cuestión de negar a los compañeros de Climática, en LaMarea. Ni a Elisa Beni, su descubrimiento en medio de la exploración.

 La conversación agradable, primera con un compañero de fatigas, sabía que tenía un abismo al que no debíamos arrojarnos.

Ojalá la mención a los medios que pongo aquí a la derecha, le llegué a mi interlocutor para que la maldita afirmación que tanto oigo para justificar lo imposible de un posible equilibrio, se descubra entre magníficas periodistas en compromiso consigo misma y sus lectoras

sábado, mayo 30, 2020

la bebida

Si, un poco fría, la trajo el señor del piso quinto, el que siempre sacaba el perro, cuando yo iba a cantar un area.
Creía que nunca me dejaría, hasta que un día le provoqué, hice amago de empezar mi canción y el empezó con su ensayado y provocado ladrido zarzuela, que siempre, sin fallar, duraba un cuarto de hora. Siempre había sido suficiente para que yo saliera por patas, porque en aquel momento el perro se venía hacía mí, cuando veía que la vecina del cuarto salía con un látigo, vaya usted a saber para que lo utilizaba, y el malvado perro se iba hacía mí, como si yo estuviera ejerciendo alguna violencia sobre él.
La chica, por cierto, maravillosa efigie griega se quedó pensativa pero claro hoy en día el tema está en salvaguardar a los débiles; el canalla del perro sabía modular su agresividad con una cierta petición de piedad.
Así que aquel día, me pueden suponer corriendo en un sprint que nunca había tenido, yo un hombre diesel como había reconocido el veterinario que me analizo en un momento en que mis costumbres serpentinas habían hecho a mis padres, llevarme ante aquella eminencia con una prominente quijada. Todo fue en vano, con la longitud de su cuerda, y su dominio; ella lo hizo restallar cerca de mi cadera izquierda, justo cuando la extensión del gemelo me había proyectado hacía una rama que me salvaría del jaguar que tenía enfrente y que hizo a la chica, el motivo de su vida.
Dos esplendorosos seres, examinándose con una minuciosidad que dejaba en cueros la prestada por mí, a aquella vecina que, joder, ¿para qué quería el látigo?

Cuando el jaguar decidió llevar a aquella dama, esta me pidió que le guardará su utensilio, pero que no le diera el mismo uso que ella le daba. Yo ya, loquito. Me volví a mi sillón y allí durante un tiempo prudencial examiné su punta y lo que le podría producir a aquella  que iba siguiendo al jaguar, que la había invitado a visitar su guarida.

Aquí, me tienen, con la desbrozadora. Tras un tiempo prudencial ella me había llamado para que la limpiará el jardín. Parece ser  que entendí mal, porque sigue viviendo en el piso de antaño y cuando me ha apelado para la acción fuera realizada, lo único que me ha prometido, tras limpiar, jugar y explorar en un piso que no pareciera que diera para tanto verde,; así que les digo que lo que me ha prometido que el puñetero perro va a cantar y yo entonces, la podré cantar su canción preferida:

Hallelujah, el barco no ha zozobrado y tu, de todas maneras, no embarcaste.

El título para mi que es largo y el tema cuestión de estar cerca del mar o el pantano, porque ya me dirán que hago yo con una piragua en el medio de la Mancha, sin un río a la vista.

Si, al menos, cuando voy a cantar, la bebida la tuvieran del tiempo. No sé porque la calientan, sin ser un caldo gallego






viernes, mayo 29, 2020

¡Qué forma de rematar!

En el último momento, las luces me deslumbran, la consciencia de mi precioso peinado, me enajena, la abertura correcta de piernas en mi escorzo en el aire; cadenas amarran, aún más, mi corto vuelo. Golpeo con mi cabeza, un balón que llegaba con la precisa puntería y la velocidad, que había medido con el termómetro de mi experiencia, pero la sensibilidad que requería acariciar un sueño de éxito, se estropeó porque pensé en el amor universal con el que me quise abrazar. Todos debieran quererme

Yazco, hundido, viendo sólo el césped, cuando a mi alrededor los compañeros, con el árbitro, que también se equivocará, entrenadores, utillleros, delegados, públicos, críticos, enfervorizados, pedían que hubiera calculado el lugar exacto donde el cancerbero no llegará y  el éxito inundará todo nuestro rebosante corazón de atención al otro: enseñanza para todas, un ingreso mínimo vital, recursos para que los que generan puestos de trabajo, también se sientan aliviados.

¿Qué me ha cegado entonces?. La redondez del texto, tampoco sació a la bestia.

El jugador me dice: Sí, ya hoy he perdido perdón, ¿lo habéis recogido los dueños de los focos?

Siempre me alumbran, desde hace 9 años; ayer no hablan de todas las propuestas, sólo de una huida, de alguien que el día anterior se partía de risa cuando en las gradas, me decían, pepetoni, tu padre es Amuniki; se partía el cráneo que utilizaba para insuflar su aire y sus neuronas por una vuvuzela.

Pero soy yo, el que tenía que haber rematado, con mi frente que no debe activar sus fuentes de conocimiento, de sentimiento de vejaciones continúas, de tener a toda una policía “patriótica” mintiendo a un Estado. Hostias piénsalo, elevado, planeando, reteniendo mi descenso, no debo sentir a ese comisario que destroza la convivencia entre ciudadanos, porque ¿saben?, siempre me viene uno, que como un papagayo dice “¿y vine con cazuela, qué?, y vine con cazuela ¿qué?.  No debo aterrizar porque entonces no golpearé con acierto y me dirás: “un delantero más”, aunque “el cuarto poder”, “el cuarto poder”, vosotros, si hermanos de sangre, insemina la sociedad para que para monstruos, monstruos, desmadrados, insaciables, con la consistencia en el cerebro de una burbuja, flotante en banderas, lololos y grande y libre.

Si, no debo fallar, porque acabo de nacer pero debo tener la perfección de los amamantados en regímenes de pechos de odio, de los que siempre están en la senda que admite, reyes, riquezas instauradas y puertas giratorias, porque de ellos beben sus fieles próximos ¡no se te ocurra dudar!

Y si, rozó, el poste, pero por fuera; fallé, coño, fallé.

¡Por qué no debo fallar!. Pido perdón, hasta por haber nacido. Hasta por no ser el patán que se arrodilla ante el poderoso al que dará la luz, el agua, las riquezas. No me darán un puesto a su diestra y además, conseguirán que a quien beneficie, no me tenga como uno de los suyos.

Joder, los analistas que me recordáis ese fallo. ¿Dónde estabais cuando el 1933, ya no podíais quejaros ante el dictador al que unos años antes llamé por su nombre?

Quizás entonces, en los 1933, en los 2020 debamos preocuparnos de otras cosas y ya no será importante recordarle, ni posible que su bota ahogue mensajes, porque a la paloma se le cortaron las alas y todos nos convertimos en gallinas.

Si, hoy pedí perdón, porque buscáis personajes míticos y nunca me reconoceréis mi capacidad de hilar al balón y su velocidad; mensajes y coherencias. Lo mismo tenéis un tiempo enorme para dedicarlo a mí fallo, en medio de un juego de equipo y un tiempo regalado a quien coge el cuello para ahogar al diferente.

Si, fallé, y aquí estoy, con piedras de plomo que añadieron a mis pantalones. Hoy, metí un gol, en el intento que parece me conceden de milagro, en cada instante. Si veis que sueltan patadas, traiciones, mentiras, insidias, insultos, declararlos bestias, no parlantes a escuchar. En Alemania lo hacen, lo queréis oír. Yo, menos ese minuto, siempre, en mi caso, único en la historia de la humanidad, cumplo mis promesas.

Le había dejado hablar, después de mi artículo. Ahogarle en su vaso, al que le encorsetaron parece ventajista, pero que dirán de mi, también los templados, si a los infernales ya me he enfrentado. Quizás yo también añoro el reposo del agua tibia.

No es vida, y sí, creo que no encontré yo tampoco, el feeling para hilvanar un escrito comprometido

Una visita inesperada. Brian

Brian, así me ha dicho que se llama, ha venido a darme las buenas tardes. Yo estaba acabando de construir ese barco velero que me va a servir para atravesar el Pacífico, mi estancia en aquella isla donde pude demostrar todo mi poderío, ya no tiene sentido. Aquel pato loco, me hizo darme cuenta que a mi singular capacidad de esfuerzo, se tenía que juntar en algún momento el azar. Sentir como una sola cagada, tiro al garete, mi sueño, de por fin acabar un Ironman, sin tener que ser intubado en el hospital, está vez, también se había truncado.

Podrían pensar que su deposición había sido tan copiosa que había hecho derrapar mi bicicleta, arrojándome sobre el suelo, en el momento que pasaba la ambulancia escoba, arrollándome, pero no, eso tampoco fue. Sí, es que un familiar mío, me dijo que pisarla y que un trozo de su agrío contenido se introdujera en la boca, creaba una acidez que enervaba los músculos, hasta paralizarlos.

Simplemente, al pisarla volé, como había pasado en el Ironman de Lanzarote, siete años  antes, aquello acabó al menos raro.

Aquí, descubrí que mientras pedaleaba la bici subía, remontaba, volaba y yo estaba, poco a poco, más estable en el aire.

 ¿Dónde terminé?, eso es lo curioso, a miles de kilómetro; tenía el viento de cola y lo supe aprovechar, así que al final me ví al otro lado de la Frontera con Méjico, justo cuando descendía el ritmo de mi pedalada, en el último impulso pase el muro y me adelante al paso de "la Bestia" por los raíles que seguían hasta los Estados Unidos de Norteamérica, vencedora sobre los Desunidos de Sudamérica.

 Reposando, derrengado, sobre un jardín sediento, en un banco desvencijado, observé, primero, los raídos pantalones de, Diosasalvo, luego me diría su nombre; no eran de los de “moda”, empobrecidos con el derroche de miles de litros de agua. Su deterioro eran noches traspasados por piedrecillas de colchón, carreras ante pobres que en el horizonte sólo encontraban a los suyos para robarles; eran también fruto de evitar a guardias servidores de las acciones que cotizarían no por diligencia en apalearle, sino por el instante que le darían mayores réditos a una familia enamorada de una bandera, con 100 canales a toda vela de visiones de una realidad que no tenía en su programación mostrar las miserias de nuestro interlocutor, que se agachó, con sus manos de hambre extraídas de surcos ahogados en sequía.  Y me quiso dar un poco de arroz, no del que nos dan el día previo a nuestra prueba fetiche, sino uno ausente de apellidos, pronombres, ni tan siquiera una especie tenía, pero estaba caliente por los pulsos del corazón de Diossalvo

 No sé si me dormí, por el sopor que siempre me ha dado la comida o por el cansancio extremo de sentir hasta la última pedalada liberadora como si en finalizar una prueba deportiva, me hubiera ido la vida, como en aquel triatlón que me hernió por cumplir con algo y alguien, que hoy casi están olvidados, de su lado, ya no les sirvo.

 Me espero y andamos, despacio, desperezándonos yo de mis pesares, por el fracaso y de mis pesadillas por haber volado, por encima de mis posibilidades. Él, por haberse agarrado, en pleno planeo al último hierro que quedaba en ese inmenso tren, granero de la desmesura de un país, drogado por productos acaparados de países pobres, que les son servidos en bandeja de plata, donde además les sirven las cabezas de los rebeldes,  esclavizados por secuaces presidentes.

Él me contó cómo había salido del estado de Tegucigalpa una noche oscura, encandilada por las teas que algunos siervos habían llevado hasta su última guarida, alejada de sus seres queridos, que no les quería como víctimas a sumar en estadísticas que se vacían en palabras pérdidas en los bajos de un programa que anuncia la venta de trasteros escaparates de dependencias a excelencias jugadas en partidas trucadas de póker.

En aquel momento, atisbo la insana intención de incinerarle, sin haberle ni la extremaunción, ni  haberle bien muerto. Decidió que aquel túnel que había visto una vez de forma accidental, merecía ser explorado porque en este lado la muerte, si tenía un precio. La de ser inferida por el baboso siervo que busca sobrevivir, aunque sea un tiempo, en su miseria moral para también calmar los llantos del hambre que eligió por un amor, al que quizás no tiene derecho.

 Por supuesto, le di mi bici, después de días purificadores para nuestras llagas, las mías físicas, las intento curar con la embarcación que construyo; las de él, comprendió un poco mejor cómo se maneja un mundo que tiene sus maquetas expositivas en las calles de su pequeño pueblo.

Soñamos grandes interpretaciones de las grandezas de un universo y, sin darnos cuenta, en un club de no más de 30 personas, encontramos la indiferencia, el egoísmo, las maquinaciones, el tahúr, los propios errores y la deserción hasta la casi desaparición. Esta no se produce, quizás porque una especie de ángel, encontró un poco de la belleza inicial, de salidas a ríos, sin cálculos personales y, por ahora, le insufla aire.

 Aprovechó el viento de cara, para emprender el vuelo, luego, ya no quise mirar. En esos momentos, iba en dirección a ese país, atrapados en símbolos, tan débil, en su inmensidad como en su egoísmo. Cegado por un proyector que en su caverna de oro, contempla sólo su grandeza, inconscientes, sus habitantes, de ser soportados por espaldas mojadas, por  corazones ajenos a colores extraídos de las minas que fueron las tierras de África a las que le robaron sus mejores diamantes, el ser humano, en mitad de plegarias que se escribían en la parte de atrás de las acciones revalorizadas por el éxito del arribo de barcos esclavistas.

 Quizás se diera la vuelta, y regresará a su país, donde otros seres títeres, golpeaban, por medio de seres en la miseria para que nunca hubiera un nexo de unión que creará un país, saciado por la belleza a la que no se la dejaba asomar.

 ¡Qué tenga suerte!; en mi barco tejo las velas, para buscar a los seres errantes, fruto caído de las miserias humanas.

jueves, mayo 28, 2020

La vida no vale nada


Si observo que el otro, se agarro a las garras del odio, y callo
si otro grita como un poseso, un loa al levantisco y callo a su inmundicia
si cree que aquí y allí cuecen habas, y no le recuerdo en unas las roban y otros, si llegan, las cuecen
si cuando en mitad de muertes, celebra un mundial y no miro a los campos de tantos iniestas
si familias trabajadoras, olvidan ser, porque lo madrugan para sembrar
si a compañeros que siempre están, no les haces llegar, el estoy

Ruge la música en mitad de una tormenta. ¿Ahogará mis tomates el agua del cielo mar que perdió su sal porque se cansó de llorar su ausencia, al saber que en sus escritos también crecían sus semillas,

Mas ya no miro a quien me apunte, me entrego a quien, navega, aún sin timón
Pero seré los batientes de una ventana que se abrá para aplaudir.
Los quitaré para que no los cojan los bestias, azuzados por dioses
Dioses que, eternos, necesitan esbirros, escribas, e "inocentes" que les jalean
ecuánimes, porque dicen que aman un trapo, sin ver, que hoy, con él, muchos
amordazan, capean, desvián y decoran, tantos desmanes ricos, incluso en odios

La vida no vale nada, si a quien te pone una metáfora, tu no le recuerdas
que sus aproadas equidistancias, paralizan para que la tempestad, destroze

Si vale la vida, cuando, aún en tantos errores, buscas descubriendo entre quienes te muestran

Siameses y mercader

Siameses y mercader
Zaida, Fernando y