viernes, mayo 01, 2020

La Celestina

En una habitación está "Momentos estelares de la humanidad" de Stefan Zweig, maravilloso resumen de personajes de la historia que son resumidos con pinceladas maestras que te explican muchas partes de esos seres y de la vida en la que vivieron. Quizás se tuvo como reto no leerlo, porque se dejo ya hace años de buscar en otras vidas, parte de lo que hemos vivido o de lo que somos. Decidimos que nuestra realidad sería seguir un pasillo con una luz como un hilo que tirará hacia ella, sin poder explorar pequeñas cavidades que parecen surgir a nuestros lados.

 

Cuando personajes como Michael Robinson se nos van, parece ser una invitación a no luchar; toda la belleza de personas exploratorias en el fútbol, que fue todo en mi niñez, también con nuestro propio héroe José Luis, desaparecido con sólo 20 años, en un accidente de carretera, cuando que murieran 5.000 personas al año en esos viajes endemoniados no nos afectaban porque la juventud era dios eterno.

Luego en sus programas "El día después" empezamos a reconocernos los que habíamos acudido a aquellos estadios, con nuestras pasiones, risas, locuras maravillosas como "la zorra alcarreña", militante del disfrute y del respeto a los árbitros, por encima de camisetas gladiadoras contra enemigos invisibles. "Informe Robinson" era ya un viaje mayor, hubiera sido el momento exacto para destruir todos nuestros palcos amarrados a las informaciones "basuras" y a los partidos que no se acababan en los noventa minutos.

Pero seguimos ahí, sin querer mirar el libro de Zweig, por miedo a que fuera, encontremos un choque con otros mundos que nos enfrentaban a los fantasmas del pasado, a los miedos del futuro. No queríamos abrir aquella tapa, que iba cogiendo polvo, porque quizás un día nos llevaría a Tom Joab, en "las Uvas de la Ira" de John Steinberg y descubriríamos lo cíclico que es el peregrinar de miles personajes bíblicos que buscan una tierra prometida, encerrada por los barrotes que imponen los que les reciben como siervos que serán, apoyados en aquellos desheredados, que llegando un poco antes, se convierten en policías de sus amos, aunque lo edulcoren con la mentira sabrosa de poner patrias con horizontes lejanos e ideales que les ponen como anteojera con colores patrios.

Y si no habíamos dejado las páginas de posibles fichajes, de cien mil repetidas posibilidades que habían llenado hojas que alimentaban estercoleros de la nada, no podríamos viajar con “Acento Robinson” a “la historia de dos ciudades” para encontrar otros seres heroicos que habiéndoles prometidos las glorias tempranas, se arrastrarán luego por los arrabales, con las inmundicias como alimento del día, para no tener más trayectoria que el final del día acogido por una manta falta de tamaño por todos lados que te fuera dando calor por tiempos y partes.

Michael encontró a algunos de los que consiguieron encontrar un punto de conexión con otra nueva realidad, más humana que la grandeza al vacío que les había guiado en un primer momento y más caliente que el empedrado que les había golpeado como camastro o como piedra arrojada por los ángeles ejecutores de los dioses del odio, que con formas benedictinas invitaban al desvarío.

 

Viajar por la vida sin un libro es una opción, como vivir con otros fantasmas es una lucha que el maniqueísmo del bien y mal, en el que nos han enseñado a navegar, debe ser roto para que la invitación a emprender nuestros propios pasos sea una lucha por ser descubridores dolorosos de realidades a las que no debemos encadenarnos y sí mostrarlas, para contribuir a pequeños soplos individuales que se conviertan en huracanes no guiados por eolos  u otras deidades.

La tapa cubierta por un trapo o un factura cíclica, en otra casa es abierta, sus 83 años, por una mujer que nació para ser sirvienta y que hoy, día del Trabajador pide como regalo “la Celestina” porque, por ella misma, hasta los límites que le atrapen un día en su invisibilidad en esta tierra, quiere descubrir como la sociedad que ha creído entender por tantas tareas realizadas para “sus señores” o entregadas al amor compartido con su marido, ya desaparecido, pueda cobrar ahora un nuevo sentido en esas taimadas personas que se la acercaron para ofrecerla algo, que nunca la dieron.

 

Dos libros, en mitad de tantanes a otros también maravillosos. Una vida, que parece un cierre.

Lecturas en medio de una mañana invitada para compartir las sonrisas de los pájaros pilluelos que se descubrían entre las hojas de una primavera hermosa.

Se fueron, no como anclas a pesares turbulentos. Nos visten y quieren descubrirse siendo parte de nuestros viajes. "En la Celestina", la ciudad invisible vuelve a nacer

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