Mañana es un barco que cogí ayer. Su nombre me embarca en la incertidumbre de lo próximo pero me da margen para quizás en un huequecito pueda terminar esa idea brillante que sin embargo, se diluye como un azucarillo cuando pretendo ponerme porque en ese momento, me llaman a la cocina para poder seguir haciendo el siguiente bizcocho que tanto nos ha endulzado los instantes de ahora y la imposibilidad de llegar a lo que está al alcance de la mano..
Hoy, mi libro, triste porque lo he dejado a medias, “la peste” de Albert Camus, me ha cogido del brazo. El francés no es problema, le digo, me gusta cuando lo entiendo y lo leo; el tema no lo debería ser, es un tema tan actual, tan revelador; la luz de la primavera quizás me abre caminos que hace un mes me encerraba en casa.
Siéntate, mañana, se van a embarcar unas cuantas alumnas-os en este barco de la coreografía. Aquí al lado, el libro “place of dance” te recordará alguna intensidad, alguna improvisación, quizás algo tan sencillo como sentir tus huesos, tu peso, el espacio que rellenar.
No temas, me acaricia el antebrazo, la página donde Rieux camina triste con la pesadumbre de la imposibilidad de luchar contra tantas cosas que hacen más pesada la peste que ha surgido desde hace tiempo en Orán. No dudes, hoy, no te levantes, pensando en mañana, el barco.
Coge tu ropa marinera, el arnés que tuviste que utilizar para dar la vuelta al hobby cat en el Mar Menor; el otro, que no pudiste utilizar en el Océano Atlántico en la Bretaña, porque habías alquilado uno más grande y lo llevabas tu sólo, sin proel, para las dos velas y cuando volcaste, no te atreviste a decir a tu salvador, que tenías una operación de hernia inguinal con sólo quince días, porque quizás te hubiera matado, es poco.
En el pantalán se han congregado los alumnos que quieren salir en el barco escuela que tienes en Laredo.
Montar el timón, para que no se salga, subir el foque, la vela delantera más pequeña, llevando sus dos cabos a un lado y otro del palo de la vela mayor. Subir luego, la mayor, pero teniendo cuidado que si el viento es fuerte, tendrás que procurar que la driza de la mayor no la tense y haga más presión, si es que has montado todo desde el pantalán, si ha sido desde una boya, en medio del agua, cuidarás aún más que la vela mayor este suelta y que alguien procure con el timón que el barco este aproado, cuando el viento entra totalmente por delante, por la proa, por eso lo llamaremos aproado.
Viajar por el mar, fue el sueño; primero nació el sueño en el pantano de Entrepeñas, luego en algún otro pantano, Laredo, Mar Menor, L’Estartit, y ahora con ellos, cada uno con su equipaje de experiencias
¿Dónde están situados? El mar golpea con sus olas en la pequeña playa, de dónde, al final, hoy debemos salir. El viento, al igual, viene por la proa, con lo cual, tengo poco margen para salir a navegar.
Miedo, incertidumbre, impotencia, necesidad de vencer esa dificultad, calma porque tengo un pequeño margen y lo voy a aprovechar.
En la rosa de los vientos, que muchas de las alumnas han puesto. De frente, no se podía, en cuarenta y cinco grados a la derecha y otros cuarenta y cinco a la izquierda, el viento que viene casi, casi de frente, también te va a entrar por los dos lados y se le va a llamar aproado. Cuando después, de esos cuarenta y cinco grados hasta los noventa del lado derecho, porque el viento te ha entrado por la izquierda, el lado contrario, el viento te entre de ceñida, en cuanto te descuides te va a arrojar contra la arena, con lo cual tienes que aprovechar ese margen de cuarenta y cinco grados para salir.
Oh! Lo has conseguido, ¡ qué largo se te ha hecho empezar!. Suelta las amarras que te he puesto para situarte.
El “cielomar” de nuestro compañero Miguel Ángel está en nuestras ideas. ¿Y si ese azul, no fuera el del mar y consiguiéramos despegar ingrávidos para mojarnos en las mullidas nubes en las construyamos barcos con velas que filtren, absorban y se coman el aire contaminado que se traslada entre los vientos que nos empujan las velas?
Nos anclamos a las nubes bajas, nos necesitamos los 9 que os conectasteis ayer, los 3 ó 20 que mañana, nos oiremos, porque la vela será inmensa. El enemigo, el aire, en extremo contaminado, poderoso y el barco puede volcar, si el timonel no juega bien con su timón y los proeles no son capaces de sujetar tamaña vela, si es posible o concederle una escapatoria si fuera tan terrible su fuerza, para que nuestro barco, aunque pierda velocidad, pueda seguir navegando; ya conseguirá, quizás más despacio, pero si más constante poder ir “comiéndose” todos esos aires contaminados que nos hemos ido generando, para nuestro progreso, quizás sí, también para nuestros “asmas”, quizás también.
“Hacer banda” es sacar nuestro cuerpo del barco para con nuestro peso, compensar la fuerza que esos vientos hacen sobre nuestra embarcación. Todos coordinados, para sacarlo pero también para entrar a la vez, no desequilibrarlo y si es necesario cambiar de bordo porque la vela va a pesar ahora a babor y el viento entrará por estribor.
Y alguien, el más osado, saldrá con un arnés, confiando en su destreza, estirado, volcado sobre el agua, recto y hará aún más fuerza y conseguirá que nuestro barco sea capaz de coger más vientos, más contaminación y que nuestra mágica vela, lo vaya devorando, ahí estaremos en esa nave, soñando darnos un mundo mejor porque podamos navegar con esa nave traga contaminación y si no; aquí, en nuestro gimnasio
El viento nos mueve, ¿cómo y durante cuánto? Nos transporta sobre nuestras costumbres que nos hace necesario el coche hasta, ¿para qué? Por los miedos de una ciudad, que pensó sólo en coches y casas
¿Y los seres humanos? Su camino era sólo ese lugar bidireccional, sin abrazos de árboles que fueran nuestras velas en tierra
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