domingo, mayo 10, 2020

Ando jugando al pañuelo

LaMarea, Javier de la Cueva. El control tecnologico es inquietante

 ¿Cuánto tiempo llevo confiando en lo que mis creencias, me han ungido como certezas. Me coloco en la era, me tapan los ojos y tras haber girado continuamente durante treinta segundos, pierdo el control del número de vueltas que he dado y en qué momento estoy de la última. Así que cuando llega el silencio y noto que me han dejado, sobre todo al decirme, "ahí te quedas" me entra la incertidumbre. Existe, por un lado una caída de, al menos, dos metros; por el otro, un cable gordo me puede seccionar o al menos provocar un golpe que podría ser traumático y por los otros dos lados, tampoco me produce una especial tranquilidad sentir que puedo golpearme con un muro o entrar en una cueva, donde excavé una gran zanja donde pensaba preparar un lagar.

Correr no es una opción, me han dejado descalzo, me decían que así sentía mejor el suelo, pero claro con los innumerables cristales que en el primer paso he comenzado a sentir, podría hacer muy dolorosa mi búsqueda del nuevo espacio.

 Quedarme quieto es una opción. En cuclillas aguantaré mejor, pero cuidado al levantarme de forma brusca, ya he caído redondo más de una vez.

¿El hambre?, llueve estos días el agua me aliviaría, por un tiempo.

Escucho muchas voces ajenas a mí; algunas son muy estentóreas, otras dulces e insinuantes, me recuerdan a las que me han llevado a esta situación. Son timbres virginales que sin embargo, me han desnudado. ¿Cómo pude llegar a abandonarme, sólo ante la voz, me pregunto más de una vez, al día?.

Permanezco quieto, quizás como una esperanza de mantener una forma de vida maravillosa, rodeado de un espacio embaucador, con un silencio, en el que busco mi propia autosatisfacción.

Y sin embargo:

              - Ruth Chaparro, en "A vivir" nos describe como la Amazonía grita desde la pira funeraria a la que la han llevado en ansía de sus torquemadas, pero con el silencio de nuestro estómago apaciguado con productos minorizados para aproximar nuestra economía de pequeñas satisfacciones autistas

  Tomo conciencia, tras varias horas de miedo, de la parálisis en la que me he sumido, no seré capaz de emprender un propio camino. Habla en el artículo de Javier de la Cueva del abandono en el que hemos caído para asegurarnos una protección ficticia. ¿Poner una voz durante todo el día, para no reflexionar nada? Poner sonido para no dar importancia al hecho de haber creado una policia patriótica para mentir sobre tus vecinos.

Si llamas a la libertad, con ese bagaje. ¿Podrías tú, mi vecino, golpear con tu zapato, la espalda doblada de quien cayó?

Si un presidente no contestas lo que preguntas: ¿cree que me podría incorporar sólo oyendo su voz firme cuando la pared podría rebotar su voz para llevarme al abismo?.

Sería importante la lealtad, que por desgracia, no llega a la percepción de mis sentidos despiertos.

¿Encontraré sólo en la vista cegada, retablos vistos, que ahora son parodiados desde la más absoluta impunidad mental, el seguro para que esas imágenes estimulen la rebeldía de esta seguridad vivida, afilada en abismos?

 Presiento que tras la noche, vendrán los días más largos, cuando a una periodista la tienen que patrocinar para sus artículos honestos, ONGs que son subsidiarias de una responsabilidad que no toman los Estados y dentro de ellos, sus cuartos poderes que han dejado de valorar al ciudadano como ser para descubrir. Conformándose con que asientan lo suyo, en un mundo bipolar. Mónica G. Prieto, valora una foto desde su búsqueda. ¡Qué siempre nos acompañe!

LaMarea. Mónica G. Prieto describe la vida desde una foto


                                                                                                     Ily

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