viernes, mayo 29, 2020

¡Qué forma de rematar!

En el último momento, las luces me deslumbran, la consciencia de mi precioso peinado, me enajena, la abertura correcta de piernas en mi escorzo en el aire; cadenas amarran, aún más, mi corto vuelo. Golpeo con mi cabeza, un balón que llegaba con la precisa puntería y la velocidad, que había medido con el termómetro de mi experiencia, pero la sensibilidad que requería acariciar un sueño de éxito, se estropeó porque pensé en el amor universal con el que me quise abrazar. Todos debieran quererme

Yazco, hundido, viendo sólo el césped, cuando a mi alrededor los compañeros, con el árbitro, que también se equivocará, entrenadores, utillleros, delegados, públicos, críticos, enfervorizados, pedían que hubiera calculado el lugar exacto donde el cancerbero no llegará y  el éxito inundará todo nuestro rebosante corazón de atención al otro: enseñanza para todas, un ingreso mínimo vital, recursos para que los que generan puestos de trabajo, también se sientan aliviados.

¿Qué me ha cegado entonces?. La redondez del texto, tampoco sació a la bestia.

El jugador me dice: Sí, ya hoy he perdido perdón, ¿lo habéis recogido los dueños de los focos?

Siempre me alumbran, desde hace 9 años; ayer no hablan de todas las propuestas, sólo de una huida, de alguien que el día anterior se partía de risa cuando en las gradas, me decían, pepetoni, tu padre es Amuniki; se partía el cráneo que utilizaba para insuflar su aire y sus neuronas por una vuvuzela.

Pero soy yo, el que tenía que haber rematado, con mi frente que no debe activar sus fuentes de conocimiento, de sentimiento de vejaciones continúas, de tener a toda una policía “patriótica” mintiendo a un Estado. Hostias piénsalo, elevado, planeando, reteniendo mi descenso, no debo sentir a ese comisario que destroza la convivencia entre ciudadanos, porque ¿saben?, siempre me viene uno, que como un papagayo dice “¿y vine con cazuela, qué?, y vine con cazuela ¿qué?.  No debo aterrizar porque entonces no golpearé con acierto y me dirás: “un delantero más”, aunque “el cuarto poder”, “el cuarto poder”, vosotros, si hermanos de sangre, insemina la sociedad para que para monstruos, monstruos, desmadrados, insaciables, con la consistencia en el cerebro de una burbuja, flotante en banderas, lololos y grande y libre.

Si, no debo fallar, porque acabo de nacer pero debo tener la perfección de los amamantados en regímenes de pechos de odio, de los que siempre están en la senda que admite, reyes, riquezas instauradas y puertas giratorias, porque de ellos beben sus fieles próximos ¡no se te ocurra dudar!

Y si, rozó, el poste, pero por fuera; fallé, coño, fallé.

¡Por qué no debo fallar!. Pido perdón, hasta por haber nacido. Hasta por no ser el patán que se arrodilla ante el poderoso al que dará la luz, el agua, las riquezas. No me darán un puesto a su diestra y además, conseguirán que a quien beneficie, no me tenga como uno de los suyos.

Joder, los analistas que me recordáis ese fallo. ¿Dónde estabais cuando el 1933, ya no podíais quejaros ante el dictador al que unos años antes llamé por su nombre?

Quizás entonces, en los 1933, en los 2020 debamos preocuparnos de otras cosas y ya no será importante recordarle, ni posible que su bota ahogue mensajes, porque a la paloma se le cortaron las alas y todos nos convertimos en gallinas.

Si, hoy pedí perdón, porque buscáis personajes míticos y nunca me reconoceréis mi capacidad de hilar al balón y su velocidad; mensajes y coherencias. Lo mismo tenéis un tiempo enorme para dedicarlo a mí fallo, en medio de un juego de equipo y un tiempo regalado a quien coge el cuello para ahogar al diferente.

Si, fallé, y aquí estoy, con piedras de plomo que añadieron a mis pantalones. Hoy, metí un gol, en el intento que parece me conceden de milagro, en cada instante. Si veis que sueltan patadas, traiciones, mentiras, insidias, insultos, declararlos bestias, no parlantes a escuchar. En Alemania lo hacen, lo queréis oír. Yo, menos ese minuto, siempre, en mi caso, único en la historia de la humanidad, cumplo mis promesas.

Le había dejado hablar, después de mi artículo. Ahogarle en su vaso, al que le encorsetaron parece ventajista, pero que dirán de mi, también los templados, si a los infernales ya me he enfrentado. Quizás yo también añoro el reposo del agua tibia.

No es vida, y sí, creo que no encontré yo tampoco, el feeling para hilvanar un escrito comprometido

No hay comentarios:

Siameses y mercader

Siameses y mercader
Zaida, Fernando y