viernes, mayo 15, 2020

Derivas en barcos

Fuera en Entrepeñas, fuera en Laredo, aquellos tiempos de navegación fueron bellos. No se llegó a ellos de una forma fácil y sobrada. Fue con los errores que siempre se iban cometiendo en los aprendizajes (apoteosica la entrada al puerto de Laredo, diciendo un marino que no nos preocupáramos que al día siguiente con monitores iría todo mejor, ¡nosotros eramos los monitores!) Pero los posos fueron quedando y en la parte final, antes de elegir la piragua por un larguísimo periodo, la docencia también se realizó en esos barcos escuelas o incluso en “optimist”.

 Con estos, lo más fantástico fue que lo hice dando las explicaciones en francés, con niñas-os pequeñas de 8 a 11 años, que en algun momento ponían ojos como platos con mis vocablos salidos no se sabe de donde.

 Salían desde la playa y aquellos días los vientos venían de frente, en perpendicular, con lo cual todo se hacía más difícil. Tienes que abrir entre tu barco y el viento un ángulo de 45 grados por cada lado y aquello hacía que ante la falta de pericia, que les daba el ser la primera vez, al abrir un poco más de ángulo, el viento los tiraba otra vez a la playa. Fue un aprendizaje para ellos, pero también para el monitor. Cuando en la segunda pequeña sesión, habiéndoles montado un triángulo de navegación, ví que todos lo realizaban. Empecé a darme cuenta que, a lo mejor, también sabía explicar las cosas en francés. Extraordinario, son momentos excepcionales que se te quedan; enfrente a horas donde nada parece salir bien, de repente ves que las personas muchas veces necesitan descubrirse haciendo. Ayer, tras tres días, dónde otro tipo de trabajo, coreográfico, parecía, en general, ser cubierto con mucha deficiencia, en otros casos, con un cierto respeto. Cuando te llega uno, donde se ha profundizado en la descripción y en la búsqueda de recursos, en la utilización de una gran diversidad, te sucede como aquel día en l'Estartit; siempre se debe persistir aunque los momentos que te rodean sean áridos y, en apariencia, infructuosos.

 Si entendemos la vela como el acelerador del vehículo sobre el que la materia que produce la energía, en nuestro caso el viento, es capaz de retener; jugaremos con su correcta abertura que hará que el barco navegue con más ó menos prestancia, Será el timón, nuestro volante

 ¿Cómo nos debemos enfrentar a él?

 Ideas claras, barlovento en un barco es por el lateral que entra el viento y sotavento es por donde sale.

 Las velas dentro del barco estarán a sotavento, habrá entrado por el otro lado y cuando va a salir se le retiene, como decíamos antes, con más o menos abertura.

 ¿Dónde irán el timonel y su ayudante? Sentados a barlovento, dándole la espalda al viento y mirando como están las velas que tendrán enfrente. Si estamos correctamente sentados, como timonel vamos a tener varias opciones pero existen dos principales:

Orzar, ¡situarte en la posición de antes! está acción es llevar el timón hacía la vela, ¿Qué se consigue? que el barco vaya poniendo su proa hacía donde viene el viento.

Arribar, ¡piensa dónde estas sentados! esta acción será llevar el timón hacía ti, la acción que consigues sobre el barco es que te alejas del viento,

 ¿Hasta dónde? hasta que al barco le entra el viento, totalmente por la parte de atrás: popa; por eso, a ese rumbo se llama empopada: Justo, cuando si mantienes el timón en esa posición y te deberías haber cambiado de bordo, porque también lo ha hecho la vela, se convertiría en orzar. Piénsalo y dibújate la acción para darte cuenta de la situación.

El timón, si se mantiene en un lado, hasta el límite de la empopada, cuando vela y tripulante pasan al otro lado, es la acción contraria que explicamos a arriba.

Acelerador y volante, vela y viento. Ya tenemos dos cosas importantes en nuestro barco

                          Imy

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