sábado, mayo 30, 2020

la bebida

Si, un poco fría, la trajo el señor del piso quinto, el que siempre sacaba el perro, cuando yo iba a cantar un area.
Creía que nunca me dejaría, hasta que un día le provoqué, hice amago de empezar mi canción y el empezó con su ensayado y provocado ladrido zarzuela, que siempre, sin fallar, duraba un cuarto de hora. Siempre había sido suficiente para que yo saliera por patas, porque en aquel momento el perro se venía hacía mí, cuando veía que la vecina del cuarto salía con un látigo, vaya usted a saber para que lo utilizaba, y el malvado perro se iba hacía mí, como si yo estuviera ejerciendo alguna violencia sobre él.
La chica, por cierto, maravillosa efigie griega se quedó pensativa pero claro hoy en día el tema está en salvaguardar a los débiles; el canalla del perro sabía modular su agresividad con una cierta petición de piedad.
Así que aquel día, me pueden suponer corriendo en un sprint que nunca había tenido, yo un hombre diesel como había reconocido el veterinario que me analizo en un momento en que mis costumbres serpentinas habían hecho a mis padres, llevarme ante aquella eminencia con una prominente quijada. Todo fue en vano, con la longitud de su cuerda, y su dominio; ella lo hizo restallar cerca de mi cadera izquierda, justo cuando la extensión del gemelo me había proyectado hacía una rama que me salvaría del jaguar que tenía enfrente y que hizo a la chica, el motivo de su vida.
Dos esplendorosos seres, examinándose con una minuciosidad que dejaba en cueros la prestada por mí, a aquella vecina que, joder, ¿para qué quería el látigo?

Cuando el jaguar decidió llevar a aquella dama, esta me pidió que le guardará su utensilio, pero que no le diera el mismo uso que ella le daba. Yo ya, loquito. Me volví a mi sillón y allí durante un tiempo prudencial examiné su punta y lo que le podría producir a aquella  que iba siguiendo al jaguar, que la había invitado a visitar su guarida.

Aquí, me tienen, con la desbrozadora. Tras un tiempo prudencial ella me había llamado para que la limpiará el jardín. Parece ser  que entendí mal, porque sigue viviendo en el piso de antaño y cuando me ha apelado para la acción fuera realizada, lo único que me ha prometido, tras limpiar, jugar y explorar en un piso que no pareciera que diera para tanto verde,; así que les digo que lo que me ha prometido que el puñetero perro va a cantar y yo entonces, la podré cantar su canción preferida:

Hallelujah, el barco no ha zozobrado y tu, de todas maneras, no embarcaste.

El título para mi que es largo y el tema cuestión de estar cerca del mar o el pantano, porque ya me dirán que hago yo con una piragua en el medio de la Mancha, sin un río a la vista.

Si, al menos, cuando voy a cantar, la bebida la tuvieran del tiempo. No sé porque la calientan, sin ser un caldo gallego






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