Mi penúltima salida fuera de España fue allí a ¡¡¡Bay!!!. Este pasado viernes me tiré viendo los 6 capítulos de la serie del mismo nombre, como un zombi que me ha tenido hasta hoy, más desequilibrado de lo habitual, con todo su mérito que ello tiene. Decían el pub Royal, algunos paisajes, el puerto. Y no caí hasta ayer. Quizás el salir, te airea la mente.
Ir a Bay,
después de haber estado el mes de Julio, viajando a Madrid para obtener un C-1 de
inglés, más que forzado, más que irreal. Esos 45 días dedicados al inglés, durante tus vacaciones, es tener una pedrá gorda. Me imagino que me pasó como a mi desbrozadora ahora, cuando se queda sin gasolina, un momento antes se acelera a tope.
Toda esa última decisión, muy precipitada, pero creo que no quedando nada satisfecho, sin embargo me ayudó a tomar una de las decisiones más importantes que he hecho en los últimos años. No tenía ganas de estar en sitios que no eran los míos ni por cultura, ni por personas a conocer, ni por cosas que me pudieran aportar, ni aprender ese inglés, como en una granja de alto rendimiento que no tiene continuidad en el día a día de tu vida. Cuando regresé, mi tío que desde siempre, desde cuando empecé a trabajar y mama ya había muerto, me había ofrecido comprar la parte suya de la casa del pueblo. Correr, los ríos, el kayak polo, las personas; un inconveniente era que después de 40 años, sin acudir, más que de forma esporádica al pueblo, eran unas grandes desconocidas. Me imagino que siempre era una de las mayores excusas que me daba a mí mismo en los Septiembres, cuando casi siempre en aquella época me lo planteaba.
Allí, en Bay, la segunda quincena de Agosto, que pena no quedarse a ayudar a Chechu a terminar de reformar el local del Rincón Lento, ¡cuánto hubiera aprendido de construcción en la estaba envuelto unos meses después!, fue la confirmación que el inglés lo aprendería o con Bob o con Bruce, o en nuestro pequeño rincón con Mercedes, Pedro, Ana, Pablo y Carmen o todo se quedaría en un tiempo pasado.
La mujer que me acogió era amable en la medida que la pagaba su manutención y alojamiento. Tampoco doy yo para más. Ni hace seis años a esas edades, va a dar uno de más.
La academia era interesante, pero claro, soy un ansias que en esos momentos quería aprender como cuando llevas viendo 30 partidos del Liverpool, en un pub con seguidores a los que en ese primer partido de temporada, no entiendes "ni papa" o como cuando ya, precisamente alejados del grupo de españoles, te vas a otro pub de Bay, donde, siendo tan tímido ¡qué momentos he tenido de charla con irlandeses sobre todo después de la 2ª o 3ª Guinness, bien fuera ese día allí o con el maravilloso PJ, mi anfitrión en un Dublín, de lecturas de James Joyce, convertidos todos en personajes del Ulysses que merodeaban a través del Lissey, con sus aguas negras del paso de los tiempos.
En el pub Royal, no tuvé la oportunidad de salir a la parte de atrás para comprobar la pared cama donde ejercer mis artes amatorias "aqui te pillo, aquí nos desfogamos" pasamos buenos ratos, ¿Por qué dejé de ir?. Bueno en una sesión de clase, la profesora hablaba del ejército rebelde, como del ejército nacional, en la guerra civil de España. Yo no lo terminaba de ver, aunque ella lo repitiera y lo expusé las mismas veces que ella intentaba insistir en el tema. Lo que si ví es que a los eternos aprendices de inglés, tampoco les incomodaba esa afirmación e incluso, al día siguiente, me pareció como que en un lanzamiento de hueso, mi cráneo había sido el objetivo errado, una cosa es la longitud y otra la precisión.
Así, que como diría aquel con ese background, después de años de haber dejado esos temas, siempre disuasorias, comprendí que objetivo era el regreso al Huetos al que había dejado de ir a los 16 ó 17 años, cuando la abuela Juana murió y mamá no terminaba de estar bien de salud.
Hoy cansado, agotado tras haber podido estar con la desbrozadora por la mañana, con la mula por la tarde, pero sobre todo, a lo lejos en espacio, pero llenándome de momentos de cariño cercano con Conchi, José Eloy, Encarnita, Toño, Marina, Benito, Gerardo, Marcelino y el primo Toño, puedo afirmar que sigo siendo tan tozudo y efervescente en la exposición de mis ideas pero me siento tan inmensamente feliz, que hago como hizo Javier Gallego Crudo cuando al final de su programa cantó Silvia Pérez Cruz, ¡qué hostias más puedo decir!
SImy, too much
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