No, señor, mire no quiero besugo.
Vaya el señor es muy exquisito.
La verdad que hace tiempo dejé de comer cualquier tipo de animal.
Si, si, ya me han dicho que come carnecruda.
No, señor, usted ha entendido mal, lo que oigo es un programa que se llama carnecruda
¡vaya título!, alguno que ha renegado de las cocinas, para postrarse ante el animalismo.
No, me pasó hace tiempo, lo de la cocina. Bueno, aquel buen hombre, con su mujer "en busca de un destino", lo que necesitaba era una fragua. Le trajeron un horno portátil, pero alguno pareció quererle traer un lanzallamas. Yo creo que lo tenían, y el grupo de cocineros, exasperados, creo que lo incitaron.
Pero no aquel día,; ¿qué si lo tiene?. Bueno sólo tiene que ver los palcos. Andan quemados, por habérselos chamuscados, su productos, pretendidamente, imperecederos.
Para mí que al besugo, le ha pasado igual, no estaba bien hecho y se ha escapado. No es por exagerar pero se sintieron burros por un rato.
¿El besugo? no mujer, el burro, aunque le veas marino, va a topetazos. En cuanto percibe la realidad con la que se golpea, coz para acá, rebuzna para allá.
Ya me dirá que hace subido en el árbol, al que cree trono.
Dice, no para limpiarlo;
le digo, no hombre, no, el árbol está ya crecidito y se sabe limpiar sólo, como para que te postres, embrutecido.
No, no pongas en mi boca palabras que no he dicho.
Si el señor, con su tono marcial, ha recibido prebendas de las que ha salido perdiendo, la que dice su sometida plebe; a eso no se le llama embrutecido, se le dice que se vendió por unas cuántas monedas. Eso tiene muchos nombres, pero lo único que enarbola es su bolsillo recrecido y lo que entona son los grititos de orgasmos tintileantes en sol, sostenido su morro.
¿Bestia, un besugo?, si con las incontables escamas, de las cuales dudas, te lanza una dentellada, habrás querido pensar cien cosas, pero lo que veo son circos amaestrados, en los parecido a un arca, los más tarados e interesados mostrencos ponen sus propios aros para que quienes en calles, mercados, librerias encontramos a nuestros iguales, seamos amaestrados por sus garras, limidas por oros que nunca se sacian.
Bestias con conciencia de verdugo y túnicas purificadoras.
Besugos se deslizan por los océanos, ajenos a estos engendros con limpieza comprada en bots.
Por tierra, si te animalizan, te empiezan a matar.
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