Allí, en aquel rincón de la naturaleza, donde el agua llega muchas veces, desatada, creo haber visto lo que me ha parecido una persona migrante.
Mi vecino clama: ¡joder! ¿no lo entiendes? nos van a quitar el dinero, nuestro puesto de trabajo y nuestra atención pública, a la que yo no voy, pero bueno, nos lo quitarán
Si, no te preocupes, a mí manera, lo entiendo, lo comprendo perfectamente. Una lágrima negra llena al calor de mis reflexiones. Ahí, a lo lejos, vienen rugidos, amenazas de los fabricantes de coches, de sus vendedores, de su industria subsidaria. Todo se paraliza, cuando ellos dicen enfriarse. Lo único que no, y de que manera, se queda quieto, es la temperatura en la tierra. Subir un grado a todo un planeta en su redondez, tiene que ser una tarea cíclopea que ningun autor griego creyó capaz conseguir en uno de sus héroes. No conto que la humanidad junta, por sus fuerzas generadoras y por las inercias de los que debían sobrevivir, lo pudo conseguir
Nos hicieron gastar el dinero que parecía sobrarnos o nos lo hicieron creer, para llegar al lugar más recóndito del mundo, adonde, quizás, se hubiera refugiado nuestro amor; para que cogieramos las grandes superficies como un día para visitar a nuestro familiar querido, del que no podiamos renunciar, cada semana. Las personas podían esperar.
En las grandes ciudades, se crearon vías rápidas, se ampliaron las calles, y nuestro situación social estaba marcado por un coche que nos situara en un nuevo status al que admirar. Tamaña estúpidez me pasó cuando un Audi 3, sustituyó a un Ford Escort que en sus kilómetros, en sus caminos y en sus carreteras quisieron vencer al tiempo que pasaba. ¿Qué más fuerza puede tener un objeto?
Todo estaba atado y bien atado; la prensa era cuidada con el esmero que merece quienes nos van a poner en el cielo desde donde podemos ser vistos como los grandes dioses que daban nuevas "mercedes"; los políticos se veían presionados porque estas industrias daban muchos puestos de trabajo, directos e indirectos. Los consumidores comprendieron que llegar a donde no podían llegar nuestros pasos, nos acercaban a ser argonautas. Nada podía fallar. Y sin embargo, algo empezaba a quebrarse.
Entre los cielos plenos de lujos y nuevos equipamientos, se abrieron ventanas por donde empezaban a filtrarse rayos en forma de películas de cine, periodismo, músicas que también daban trabajo, mucho trabajo directo e indirecto, que mostraban que otras posibilidades se podían desarrollar para no depender de un consumo histérico de productos que nos empezaban a faltar y de unas máquinas que más que llevarnos a nuevos mundos, nos encerraban en gastos, carrocerias y atascos que nos creaban una segunda vivienda imprevista, deshumanizada y exhibidora de nimiedades.
Había una pega, que era una ventaja para los primeros. La industria automovilística ensalzaba a quienes le había su fuente de ingresos; la alababa, les llamaban para sus exposiciones llenas de glamour y participaban de las regalias a los que se había impuesto a la sociedad como egregios representantes de todas nuevas esencias; repetidas hasta la extenuación, aunque era este mismo agotamiento el que aparecia en la sociedad ante los recursos que tenía que ir soltando, cada vez más, en forma de pagos de ERES, que siempre aparecían como imprescindibles, para seguir manteniendo puestos de trabajo; o se hacían imprescindibles rebajar condiciones de seguridad o de ecologismo porque todo les suponía grandes nuevas inversiones, que ¡máldita la vida de las "intercambiables obreras"
Esa gran pega era que algunos músicos, unos cuantos periodistas y también otros tantos cineastas tenían la costumbre de no ser ductiles a la hora de ofrecer sus productos. No quiere decir que algunos, conscientes de donde venían los ingresos, doblaran la cerviz, escondieran la cabeza y decidieran alabar a sus "medici" públicos. Pero algunos ponían en cuestión algunas de las informaciones transmitidas por los políticos y a la vez, detallaban algunas de las desgracias que nos estaban llegando: cambio climático con su deforestación, sus grandes tormentas de espeluznantes consecuencias. Eso no daba dinero a los grandes bancos, les cuestionaba porque tenían inversiones en armas, en productos fósiles y otras quebradizas acciones "magas"; no daba ingresos a las grandes cadenas de comunicación, se las amenazaba por los primeros, los productores de gastos imposibles de mantener; no producía beneficios en la imagen de los gobiernos, porque los primeros, siempre hacían sus "greenwashing" de unos días para luego continuar con sus gases de efecto invernadero, sus traslados mil millonarios en millas de kilómetros que desprendían gasóleos y plásticos envenedadores
Conseguian los primeros aparecer como vencedores, grandes triunfadores, pero perdíamos la vida, perdíamos la salud y perdíamos la condición de los seres humanos en exploración, que también necesitaban ser reconocidos como personas, por parte de aquellos amantes de los poderes, que sin embargo, lavaban sus vergüenzas cogiendo la palabra de "persona", para ejercer su tiranía de una bondad de la que carecían, como demostraban con los que les rodeaban. Tirarnos con voz impostada, para seguir señalando y ejecutando a quienes su tanta codicia les había puesto ante el abismo en el que les anclaban.
En una isla de la que parecían que no saldrían, quedaban quienes buscaban naves de vela para que en sus encuentros parecieran piratas, cuando en realidad eran seres "en transición".
Están en medio de marejadas, pero son expertos dispuestos a mostrar sus habilidades y solidarios para subsanar lo que a otros les falta, para ayudar las deficiencias de otros y dejarse ayudar en sus desconocimientos.
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