En un selfie, con esas imágenes del espacio donde me veo, por puro egoísmo. Puedo, además, ver un jabalí, no sé si con intención de atacarme o de ser parte del attrezzo.
Tienen su sitio, pero aparecer en un cosmos, me resulta exagerado.
Si le preguntáramos como lo ha conseguido, la realidad es más cruda. Detrás le aparece un halo como de santidad; en eso mejor no meterse, como cuando observas que tras escribir sobre malas praxis de un partido, un antiguo post les sirve de nexo de unión para que te manden su aviso del tipo Don Rickles: eres pequeño y el pez muerto está preparado.
Qué la soberbia no destruya un objetivo. Es fuego lo que tiene ese animal a su alrededor. Un fuego alimentado por un otoño sin poda, un invierno sin cuidados y una primavera creyendo que la exuberancia es para repartirla entre los amigos, sean, a la vez, empresas, familiares o testaferros.
Ahora ya no, el fuego es brutal, insaciable, le sirve el árbol más grande y las piñas, apenas nacidas. España, esa esclava palabra para ser fustigada por tan variados látigos, está caliente, para la ebullición están preparadas desde cerillas, cigarros, hasta un rayo, dicen de una lluvia seca, que ya se conforma hasta con gotas. Hemos confiado todo a las empresas, que gestionan mejor, se afirma como un mantra. No cuentan las sobresubvencionadas, las salvadas, las inyectadas, solo de obras públicas.
El jabalí, siente que ya está "a la brasa" que podrá tener una pira de hierro, cuando de esos hierros se podían haber hecho tractores que dejarán limpios los suelos de los bosques. Pero esa máquina, cuesta y tiene decencia, se mete por donde la digas y deja un suelo sin tanta materia combustible para que nuestros bosques, con sus plantas y animales no sean pasto de las llamaradas de la muerte.
Veo el terror en sus ojos; en el ser humano, el fanatismo. Antes muerto que sencillos.
No; sería ventajista, no rendirse ante las noticias, las formas de darlas en el tiempo justo para sentarse, y entre cuidar un huerto, pasear porque ahora, todos tenemos colesterol y sentarse al fresco, sintiéramos que quienes te proporcionan la información son decentes.
Tú, tienes otra responsabilidad. Te resulta difícil creer que te están mintiendo. Ellos, ellas, vestidos con una pulcritud extrema, como los pavos reales.
Pero adelantando a tu jabalí, aparece y desaparecen los corzos y sus saltos, la prestancia de los ciervos, el vuelo de las abejas, pájaros y algun otro de ellos, pero a dos patas que había pensado que con su respectiva pájara, pasar unos días de asilvestramiento, incluso sexual, podría ser ese culmen que parecía no querer venir.
El fuego que les alcanza y que con su proximidad vela todos los otros puntos del espacio. Muchas otras cosas ocurren en aquellos helados o abrasados planetas, pero estamos aquí, como pensándonos de un avance.
No, no lo es, somos golpeados por lo que hacemos, por lo que dejamos que nos hagan: Monfragüe, Las Culebras, tantos otros, símbolo de nuestros fracasos.
Consumirnos en quieros y fuegos, que sean contidianos para hacernos faros de nuestros fracasos.
Un día, un jabalí, un ser humano y un papagayo se sentarán. Calcularán cuántas de las palabras estaban vacías y eran agujeros en nuestros cimientos. Arriba, algunos seguirán manejando hilos y máquinas. Por aquí, hablaremos del tiempo, los jabalíes muertos y de esas bonitas fotos de un lugar sublime que al acercarse con Padawan nos llama para que prevengamos no ser una bola de fuego en una futura foto.
Miro al bosque que me toca como un universo en el que crear sinfonías, paisajes y olores que me transporten cuando no haya otros medios. Ganamos con la prudencia, pero vemos los números del azar que deambulan por si se posaran en cualquiera de nuestras debilidades.
Sus trayectorias aleatorias no hacen agacharnos o volar, temerosos de la casilla en la que pudiera caer un día y destrozarnos los bosques en los que nos hemos mimetizado en estos tiempos.
Y si, siempre están ellos, los bomberos. No, no los queremos como héroes; les necesitamos vivos, con los cuidados que antes deberíamos haber exigido para que un jabalí viva, no en su punta, sino a su bola
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