domingo, julio 24, 2022

Comunidades y horizontes

 Bajo desde mi primer piso, con tres cámaras filmándome, tomando diferentes perspectivas de mí. La toma cenital, mientras no vaya a Turquía, la he desechado, no porque no esté orgulloso de mí ausencia de pelo. Sólo quería evitar algunos memes.

  "El secuestro de Daniel Rye" de Niels Arden Oplev y Anders W. Berthelsen. Caso real de un fotoreportero danés, que vivió secuestrado trece meses en la Siria, del Isis, esa es la sipnosis.

   Daniel quería documentar con fotografías, como había quedado Siria, tras una guerra que había roto la estructura de un pais, dominado por una dictadura.  Comunidades rotas. Estrategias cruzadas, donde hoy las grandes potencias de Occidente alimentan a grupos que unos meses después serán quienes pongan en jaque los sagrados principios en los que te dicen, has construido nuestras modernas y ejemplares democracias occidentales. Abstenerse de analizarlas en su veracidad con libros como los de Patrisse Khan Cullors, Fonsi Loaiza o Joaquim Bosch.

   Reflexiones para buscar entender las comunidades que habitan dentro de una patria. Una que no acepta la idiosincracia de la otra; alguna que ante la exhibición de una tanqueta, como método de diálogo, en este día de reivindicaciones, Amnistía demanda el derecho protestar. Enrique García Simón escribe en CTXT.es para desenmascarar, ¿protestar? las mentiras de un gobierno, el de Madrid, sobre las becas, que no son tales, porque están pensadas para alimentar con esos cheques a las empresas privadas que andan negociando con la educación, dando ventajas a un determinado alumnado, por encima del otro; que al fin y al cabo,tienen marcado lo que sera su destino, ser mano de obra barata.

  Les necesitamos, como ha seguido haciendo su trabajo, Daniel Rye tras aquel macabro paréntesis, porque asumen peligros latentes que en esta sociedad de horizontes, sin tener las gafas de los matices que nos rodean, es difícil distinguir.

    Familias que acogen a un fugitivo de una cárcel del terror pero, que fruto de este mismo, entregar al primero para basar su vida, en seguir siendo sometidos. 

    Aquí, aproximando las lentes, en una belleza en el que se mimetiza un orden impuesto, que nos produce alucinaciones; donde malabaristas con pelotas de palabras y mazas para golpear nuestra vista, titiritean con una blanca chistera de promocionada decencia. No son los 100 reporteros que han muerto en ese conflicto. Son los próximo, los que se arrojan por abismos de sumisión, perdiendo su autoestima por unas contrataciones en las que aparezcan en televisiones, que les trasvistan de astros en un cielo opacados. Conseguirán pagar deudas, a la vez que hundirse en su credibilidad. Achacan a quienes ellos mismos han sometido al baile del cabro, poderes que les harían, si fueran cierto, ser dioses, mientras ellos permanecen impunes, a pesar de adueñarse de lo visto con los pañuelos, nada por aquí, nada por allí, de las falacias. Se saben protegidos por quienes inundan de publicidad sus fétidas exhibiciones. Alardean de ser víctimas quienes han sido los látigos que eran empleados por su amos.

     Negociadores en nombre de un dios; que cada una de las comunidades tienen a su servicio para terminar haciendo venta de vidas,

     Proclaman odios porque han sido víctimas, cuando descargan sus frustraciones sobre sus iguales; jamás atacan a quienes les ponen las armas, que les invisten de verdad; mirillas sin otras ventanas para entender los que les pasa. Sólo para disparar, sin ver al otro.

     Altares para sacrificar sus compañeros, ahora desválidos,  a sus dioses; mientras sus chamanes , acumulan posesiones terrenales, cuidando eso sí, de hablar de paraisos, para ellos que los tocan en oro, para sus seguidores, que les den alguna justificación para sus atrocidades.

    Faro desde el que entrever dos culturas. A lo lejos, creemos ver museos de la inocencia. Bajar a la calle, donde cada esquina puede albergar un desagüe de las más bajas pasiones

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