domingo, julio 24, 2022

El Retiro de Bono

 Si no fuera bueno ponerse bajo cubierta, Bono no se hubiera implantado pelo. Claro en el Retiro, ponerse bajo un árbol te hace dar cuenta de la importancia de la naturaleza. Debajo de un pelo, puede ser malo o puede ser para disimular. No tiene un pelo de tonto. Ahora que tiene mucho, puede ser un disfraz, como Mortadelo porque cara y desvergüenza no le ha faltado nunca. Hablo por supuesto del personaje. Del otro, si me fuera a dar un abrazo, antes me hubiera puesto un chaleco antitraiciøn, por generalizar y no entrar en pormenores.

  Un día entro en su camino y si me da la mano para ayudarme, se dará cuenta que ya había preparado la de plástico.

  Yo, que tengo en mis genes espíritu tratante, les huelo a la legua. Me acuerdo que en una de sus disertaciones pasó la mano por la espalda de cada uno de los pacientes, tuve la suerte de estar contra la pared, ya comenté a la acompañante: ¡dios este hipnotiza a la serpiente y al de la flauta!

   De hecho, creo que terminó soplando la serpiente al turbante y la flauta en la boca de Bono y el fakir desnudo y bebiendo agua del lago contaminado. Le ha dado un apretón. No, no de manos, de lo otro. El árbol ha recibido lo suyo, que será abono, pero el alcalde que lo ha visto ha cerrado el parque. ¡Hombre, cagar bajo el árbol!. Él es más de cagarla, en general, pero con desparpajo que lo hueles y te preocupas que hayas sido tú.

  Son risueños los dos. De esos católicos que multiplican tus descuidos en peces y se ponen hasta las tronchas que a mí me suena que está muy arriba.

   Estoy seguro que estoy en Madrid, me como un oso, como gomínola, algunos son muy sensibles y conviene avisar y me voy a tumbar al parque del Retiro y termino en la hierba de la Puerta de Alcalá y Bono dándome la chapa que ya he entrado en dicho jardín.

 Me da un consejo este, es egregio, seño como a Yolanda y me retiro al lado contrario. Pero a este le ponen un púlpito y vende hasta la catedral y mira que esta tiene vidrieras y las ha visto de todos los colores. 

  Siempre pensé en lo que me decían: este es un país de embaucadores, yo como estaba a la navegación creía que me hablaban de embarcadores. Pero mi compañera me dió en el hombro y me reafirmó:

 Embaucadores, y yo con estos pelos y los ecologistas que queman los montes y es que tenían que mear más. Aunque esto sea para hacerlo y no echar gota 

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