Le ví feliz ayer, cuando preguntó por el bar y si este se abría. Mala época, le dije. Si queréis os puedo bajar alguna bebida, ¿mate?, me dijo uno. No mate, no, pero una cerveza, si.
Ah, eso es lo que quería decir, me contestó.
Ay, ¡pillín! y seguimos a lo nuestro, el guiñote tiene su tiempo y la paliza que nos dieron ayer, también.
Estaban a gusto y se sentaron en un bonito poyato que hace sesenta años, sujeto a una madre a la que se le rasgaba el corazón porque se marchaba su hijo y la familia que ya había formado.
El viaje, de entonces, eterno de tres horas para ochenta kilómetros.
Alguien en la familia, ya había abierto, alguna de los portalones que tanto constaba mover. En el pueblo, estaba la primera televisión y los productos eran de la cercanía, más inmediata. No había pie a la especulación.
Ayer, nadie teme viajar una horas. La pareja de trabajadores podían mirar el teléfono para saber si en Residente, cantaría mañana en su ciudad, Trujillo. Le llega un mensaje entusiasmado de su hermana, está feliz puede ir a la actuación porque le ha llegado el ticket, por el bizum que hizo ayer desde Huetos.
Unos años antes, en otro poyato, apenas cogido con barro, la mamá de ambos se sentaba porque sentía que por dentro, el suave bisturí que ve en la serie Hospital Central, una serie de los gringos, le estaba seccionando su corazón y su horizonte. Le han dejado un "celular" dicen, con el que hablaran con ella de vez en cuando.
En los ojos de él, existe la vista adelante, en su cabeza, los terrores que ha podido ir oyendo y en el corazón, la rotura De un vestido que nadie podrá reparar porque el hilo lo ha mojado miles millas de agua y sal.
En sus piernas y brazos ha depositado zurcir cada herida que les haga los negreros, los intermediarios, y esos nacionalistas de cada lugar que posesionan los productos de otros países, sin que eso les sea un menoscabo a sus seguridades. Les han dicho que tomar productos y seres de otros lugares, lo hacen porque son superiores. No esquilmadores.
Salir por las carreteras de entonces, a los vuelos o embarcaciones que atraviesan los tiempos, les expulsan a más exposiciones de sus debilidades. Encontrarán muchos que en su codicia, les animalizen. Tragarán odios con sabor a hiel, trabajos con cuchillos de hielos a -10 o rayos de 40⁰; se cuestionarån, si tuvieron la condición de ser humano y si el abrazo de la madre existió en un remoto sueño.
Hoy, cien humillaciones después y con la ropa de las palabras de un hermano, tiene un trabajo donde poder ser un poco más él.
A la mamá, la envía besos de agua, para que se alivien tantas noches desecadas por las lágrimas derramadas.
Hasta luego,
Hasta luego
Ni canto, ni se jugar al guiñote. Ellos, otra ruta, otro enhebrar su presente, por si el futuro, le cosiera abrazos
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