El hombre del Sótano de Philippe le Guay enfrenta al ser humano, con el espejo de las contradicciones. El odio se viste de racionalidad hasta que su cinismo te resquebraja en lo que has ido construyendo.
Puede pasarte en un campo de fútbol, en el que intentas razonar con alguien que te habla diciendo sandeces o llamadas al sinsentido, hasta que te das cuenta que su único objetivo es sacarte del juego. Puedes ser con alguien que utiliza un entierro de un asesinado por el terrorismo, para atacar a uno de los que portaba el féretro y acusarle de traicionar al muerto porque, ahora este político habla con alguien que el canalla amoral ha decidido que estuvo involucrado en aquella violencia destructiva. A ese ser cínico, de mente retorcida, no le importan los muertos, de hecho los ha utilizado para gasear con su odio a quien creen encontrar respuestas entre la impudicia y un sentido de patria insano, sin seres vivos.
Nos ahogamos en los acontecimientos inmediatos, porque estos seres dan respuestas fáciles. Parecen útiles para nuestras miserias inmediatas.
Hace dos semanas. Tras dos años sin coincidir. Con todo lo pasado, con las evidencias de un enfrentamiento ficticio y provocado, alguien seguía rechazando "lo catalán"
Esos seres que consiguen esas reacciones primarias, no tienen ninguna empatía, no son seres sociales, no lo son en ningún momento aunque su sonrisa sea beatifica y sus tonos de serpiente.
Sus objetivos, despersonalizan a quienes habitan los barrios obreros de Donosti, de Bilbao y de una humana y ciclable Vitoria. Decidí salir de las burbujas de la soberbia individualista; escuchar como si estuviera en el mismo espacio que Gabriel, por ejemplo, en el Grec; soñando estar en un otro, al que nunca me he entregado a interpretar porque el teatro es un sacrificio muy íntimo, más que el recorrer kilómetros, dando pasos sucesivos. En sus descansos, pasearía por las calles de Barcelona, de la mano de la prima. Nos cruzaríamos con el Juanito, chino y buscaríamos libros que tuvieran las llaves de ciudades en las que nos encontrariamos con miedos, dificultades, esperanzas, vecinas que nos dan los buenos días y otros, que se agarran a una casa, de la que intentan extraer sus pequeñas codicias. Entrarías en la coctelería que nunca será un lugar para tí, aunque siempre te permanecerá como mágico por las conversaciones escuchadas de José Martí Gómez, el fiscal Mena e Itziar González, luchadora por una ciudad humana, arquitecta amenazada por las grandes constructoras o tenedoras de pisos turísticos.
Con una bici, te quedarías mirando a quien te recordará a Karo, pero se escaparía, como los instantes que vivimos, aunque su olor te quedaría prendado en sus bollos con componentes de amor y lazos, que nunca has retenido. Con "el día de Barcelona", de César Galiano Royo que, aunque no estuviera en la Ciudad Invisible y con Buenaventura y con las Adas de hoy, les animaría a que siguieran construyendo las calles sin las cadenas de la libertad de las grandes constructoras, con las que estas ahogan a nuestros mayores en platos gigantescos de telebasura e iniquidad para sus riquezas y opulenciasy su prevalencia desde las mentiras.
Quiere el salvaje, malvado hasta en sus excusas, que no vuelva a Donosti y tenga la oportunidad de encontrarme con Oskar o con Metxe y darles unos besos del agua del Cantábrico que tanto añoran cuando el hemiciclo, los cínicos lo convierten en una fosa séptica. Pero Metxe ha defendido a los trabajadores, esos que mientras trabajan no tienen banderas, sino sueños para que sus hijos vayan a la Universidad; sus hijas, también lo hagan, pero como Amaiur metiendo goles para celebrar el Donosti sin fronteras. Cuando ha tenido que defender a las trabajadoras, con los ERTES, lo ha hecho; cuando a los asalariados para que sus pagas, sean cada vez más dignas, ha visto a sus vecinas que bajan ahora al fresco y las ha imaginado con menos apreturas. Oskar ha hablado de controlar los precios de los alquileres y compras, porque el derecho a la vivienda, que está en la Constitución, tiene más rango que el de especular con ese bien. Y ha votado a favor de esa contención porque ve ciudadanos, no masas a las que inyectan el odio.
Y con esos, cuando vas paseando por sus callejas, parques o playas, donde te tienen que avisar que si, que eres tan estúpido, te lo dicen clarito, de andar entre piedras mojadas, como si la brecha que te hiciste en las márgenes de la Durance, por quitarte el casco, no hubiera sido suficiente experiencia.
Con las niñas que surfean, los korrikolaris que te hicieron la Behobia llana y ¡ya es decir!, con las chicas mágicas, amables sin fin del Asador de Igueldo, con cada una de ellas, te cruzas y les miras a los ojos; desde tu debilidad, tus sueños y les ves seres humanos y entonces eliminas a esas, que perdonen las de cuatro patas, "ratas" y ves montes y pasos como los que nos hicieron recorrer los del Alcarria Trecking, pero sabes que los superarás porque te cruzas con ojos de encuentros.
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