Cabeza, rodilla muslos y cadera, pone en una canción Residente. Era la forma como le enseñaba su madre, con canciones, para saber con qué parte del cuerpo jugaban a la pelota los indios taínos.
Veo el gol que nos meten a la España femenina de fútbol y me dan ganas de llamar a la mamá de René. Las Indias inglesas jugaban y nos ganaban con el codo. Será una banalidad, que las calles de Trujillo o de Nueva York eran donde crecían juntos las hermanas de él o los hermanos de Patrisse Khan Cullors. En la Colonia Sanz Vázquez también vivíamos en la calle, bueno y en un extrarradio que ahora han encerrado con pisos. Estos lugares fueron nuestra escuela, bueno y las historias de don Ernesto, si y alguna colleja de una mente autoritaria, respondiendo a otra, de inicios payasos, ante tanta lugubridad.
Por todos aquellos lugares metieron drogas y se nos fueron amigos. O los balazos, o la cárcel o coches, a los que se les había ido la mente, regadas en manantiales desbordados.
Si llenamos de épica un partido de fútbol parece una exaltación de la superficialidad. A ellas, siempre Aitana "de mi alma", diría Camacho, cuando no andaba descojonándose con las autoridades murcianas con "el agua para todos"; en la risa iba el mensaje oculto "para nosotros que hacemos lo que nos sale de los cojines", más Mapi, Olga, Patricia, Mariona, Sandra, Sheila, de Yunquera, nada menos, Athenea, Claudia Pina, una prodigiosa jugadora, Irene, Esther, Amaiur. Todas ellas están labrando unos bellos campos de juego, desde unos espacios que eran páramos, o patios de instituto donde no invitaban a jugar a ellas. Siempre, esos lugares, eran de ellos, nosotros, grandes jugadores de segundos de gloria que se acababan en el recreo y nunca nos llamaban de un grande, en el que creíamos tener que habitar
Luchan y aman lo que hacen. Estos últimos años su avance es grande. Su fuerza, mayor; y su sentido del juego, mejorando. Ayer, el codo de una jugadora inglesa, quizás, les negó el poder dar otro salto. Verónica Boquete llamaba a la prudencia, pero a Andrés, a Xavi, a Luis Aragonés nadie les podía llamar a la prudencia, el riesgo de su juego, fue nuestro campo donde se cumplieron los sueños. El miedo es nuestra cadena. El recuerdo de Jenni, de Alexia, de Virginia no era nuestra imposibilidad porque allí estaban todas las demás más su fuerza y enseñanza.
Nos metieron un codo en nuestro cuello y cabeza. Las árbitras no miraron el VAR, eran francesas, eran neerlandesas pero la imagen es de un lenguaje universal. Pío Moa, un opinador de la historia, se meaba ayer en ella y en esos espacios comunes, con la imagen. Sacaba su chorra y escribía que en sus escritos, proclamas o sus ensoñaciones, ya no iba a poner notas explicativas en las que se apoyaban tales brotes de letras. Bueno, es probable que no lo haya hecho nunca, pero antes, por decencia, rellenaba esos huecos, como los cuadernos de Rubio de verano, para que vieran completas las hojas, aunque fuera de bazofia. Ana Terradillos, ¡madre mía, periodista de la SER!, también saca su desvergüenza clasista y sus ovarios y para explicar un tiroteo entre blancos, llama a uno de los suyos, un nazi, con explicaciones propias de nazi. Cuando se ha perdido la vergüenza y te protegen de los que tú llamas gentuza, puedes tirarte al ruedo y sus rayas.
Necesito a Residente, su mamá le dió leche de realidad y ritmo de lucha.
A ellas a las jugadoras, que fueron por Brighton con sus vespas de de mil espejos y música de desafío. Cometerán errores, saben de donde vienen y nuestra alegría se apagó en un parque de pelotas. No quiero estar aquí, dice René; os espero aunque soy el impaciente que hubiera querido llegar ya. Existen ventana, por donde miro y me veo como un campo baldío; a todas ellas las conozco, no empezamos vacías.
Hubo un vídeo potente de un camionero del Norte rico que reclama a su ministro no ayudar a los países del Sur.
Si, metistéis el codo para seguir siendo vosotros campeones. Hoy, lo levantáis y pedís ayuda.
¡Ay, arbitra francesa, si tú supieras que tú prepotencia es la cañería por donde sale toda la mugre de tus complejos!
La Mamá no nos habló de los codos, pero nos enseño a quitarlos de encima. Levantaros es volver a ser vosotras. Si, Residente, necesitaba oírme, ahora te escucho
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