No siempre se puede descender tan abajo, sobretodo, porque cuando caminaste por la locura pudiste crear un mundo en el que no hubiera tanta violencia, ni tanta traición a lo que uno está viendo.
Ahora miras tus pasos y los dientes en progresión a escarbar para llegar a la primera galeria; nada fácil, el terreno es rocoso con incrustaciones de indecencia mental del periodismo, que analiza vacíos, con gran algarabía mientras dan picos para taladrar un periodismo con búsquedas y respeto a los hechos. Son estos los relatos, no los deseos a los que queremos obligar a que se nos sometan.
Al castor no le puedo llegar quejumbroso, siempre me fueron así los sinos. Todo lo contraceptivo se sucedió sin embargo, en los inviernos de las ilusiones.
Llegar a los good mornings, tan sencillos, tan sin compromiso se hacen una inexpugnable montaña si no estás dispuesto a ponerte unos de travesía, donde no son lo que parecen muchos de sus pasos.
Cuenta Enric Gonzalez un cuento en su píldora del "avivir" que define nuestros tiempos. Si se puede escuchar en la voz del autor, mejor, es una maravilla.
El capitalismo es capaz de darle un segundo premio a un periodista que va a recibirlo en un acto que organiza la empresa que a la vez medió para engañar a los afectados por la venta criminal de una medicina adictiva que produjo muertes y enganches. La sala de la entrega de premios, tiene el nombre de la farmacéutica que hizo esas pócimas. Un círculo perfecto, del que se hace imposible salir.
A no ser que con Gerardo Tece decidas que ya es el momento de tener seguro tu compromiso y no esperar del que no piensa como tú, no que renuncie a sus ideas; sino un respeto.
Están enfrente, para vilipendiar al diferente; muchos se conforman con poner equidistancia como mantra para su sabiduría. No, quien hace odiar al otro, nos hace bestias; a nosotros, por perder nuestra esencia, ser diferentes
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