martes, diciembre 07, 2021

El cable

Me fastidia tener esa capacidad. Cuando los cables que trasladan las noticias, tienen el más mínimo descosido, me pasa que puedo entender las conversaciones que se tienen.

  En un primer momento creía que era sólo para los mensajes nacionales pero ¡qué va!. Según iba andando, ya de noche, si esa es la única condición que tengo para que esos poderes se desarrollen, tiene que estar ya oscurecido, percibo las palabras de un dirigente ruso. Si de noche todos los idiomas pierden su torre de babel y son iguales. 

  El caso es que le está contando un chiste a un dirigente, para mi norteamericano, no por nada, sino que las palabras chocan con el sombrero cowboy y sale con una peculiaridad que para nosotros, los expertos, lo reconocemos por su expansión temblorosa.

   Échale de comer aparte al presidente norteamericano. Creo que harto después de haber oído que ellos, se creían que tras volar en una escoba aterrizarían en un jacuzzi, nadie les superaría empieza su interlocutor a poner una dificultad y otra. Bueno, pues cuando va a soltar la machada, el dirigente eslavo, empiezo a oír un sonido sordo que se va acercando poco a poco. ¡Madre mía! es una manada de bisontes que se perdió en el tiempo y durante un siglo estuvo desaparecida. Si, lo había estudiado en los libros de España, de forma curiosa no explica la dictadura de los militares rebeldes a una República constituida, pero si la historia de la conquista del Oeste norteamericano; el caso es que habían preparado "la gran matanza" con la excusa de la necesidad de la expansión del tren.

  Me he tenido que ir hacía la fuente que existe cerca del camino, porque el chorro de agua, aunque sea débil, tiene la capacidad de anular las ondas cablicas que tienen una propagación muy diferentes a las de las cabras, mucho más rumiante.

  Cuando he vuelto al camino,  a los diez segundos esos sonidos perturbadores que parecían querer taladrarme, han parado de repente. Todo era sosiego y sólo algún mugido y la típica imagen de la 2 donde los tigres del desierto que se quedaron por América, entonces, yo creo que sin nombre, cuando se separaron los dos continentes, se ponen a atacar a "baby bisonte". Enseguida, diez de la familia: papa y mama bisonte. El tío de pelo largo y dos de sus hijos prematuramente musculados y cinco tertulianos y tertulianas se disponen a atacar a los tigres, golfos donde los haya, sobre todo por su característico olor.

 Estos conscientes de que los bisontes fumados impregnan su olor en todas las ropas y a la vez, avanzan de forma bamboleante, prefieren esperar a tiempos mejores. La canción que algunos medios periodísticas, pura especulación sin contrastar, de que “yo lo que quiero es que me coma el tigre”, en esos momentos le parece unos sonidos celestiales y desean que sea extendido ese mensaje en los ambientes más diversos de esta sociedad.

  El caso es que tras la tempestad, viene la polka, yo miro a todos los lados porque me he acostumbrado que al oír los primeros compases, me pongo a bailar; pero no de esas maneras comedidas, metódicas y archisabida; yo lo que hago es que me subo sobre unas de las notas que es la base que da nombre al baile y la empiezo a domar. Para acá, alcanzo un contra alto, para allá zigzagueo en un agudo y lo grave, cuando llega este, lo adapto a los tiempos modernos, pero sin Charlie Chaplin, y si debo reconocer que no es igual, pero la flor a su amada, la busco para que si se encienden los focos de esa carretera, yo pise ese escape que tenga el cable y me dedique a lo mío. 

Disfrutar de esos gigantes que recogen el viento para bailarle entre sus ramas sin las hojas ya mortecinas y unos juncos que tejen vestidos con los que viajo a los sueños que se vivieron

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