viernes, diciembre 03, 2021

Accidentes

 Podría decir que conducía pegado a mí, que no tenía posibilidad de echarme a la derecha. Entonces justificaría que estuviera razonando la alocada conducción de las palabras dichas para celebrar una constitución a la que no respeta. Habla de ella, buena, como en la película del francotirador, y de malos todos los demás, que quieren destruir su amada patria, por tener otras posiciones, o destruir los buenos valores que él encarna.

Sería una idiotez, porque aumentando la velocidad, todo es caos y en un instante todo el equilibrio se hubiera quebrado en mil pedazos, en los que no serviría de nada un homenaje a uno de ellos. 

 Para que dar valor a las palabras que buscan crear conversaciones desde sus cimientos; no merece la pena que remarque que me parecen podridas. Se lo dejo a conversaciones de barra que te pillen desprevenido y donde te repitan argumentario enlatado en sus pagados medios.

 Veo, muchísimo tráfico, me imagino que es por el trabajo que ahí. Eso mueve un país. Los trabajadores están siendo protegidos más que nunca y se denuncia que las condiciones de trabajo no son cumplidas en muchos casos. Ante lo cual se actúa. Existen muchos desequilibrios, de antes y de estos momentos tan alocados, pero se escuchan esas roturas y se las trata de darlas visibilidad para su mejora. 

  No tengo ningún interés, después de haber pitado de forma alocada su adelantamiento, de comentar la llamada a un apoyo partidista a unas policías a las que han vilipendiado y puesto en situaciones alejadas de sus funciones. Estos sabrán, como colectivo, si la zafiedad de algunos les beneficia.

  Es el instante de apoyar a Diego, por fotografiar un desahucio porque es necesario visualizar la necesidad habitacional de cualquier ciudadano. Nombrarle a él, como a un Youssef, como al tiempo en alta mar del Open Arms, recogiendo a una madre que lleva en su seno la última gota a la que se agarra o Salma; sentirlos es más real porque no vampiriza una época, en la que nadie se atrevió a decir: "eh, eh pero no te das cuenta que nos está  robando, que le importamos sólo un pimiento y que este, incluso, nos lo cobra a precio de oro".

 Cuando ha pasado esos diez segundos, de gestos locos, de palabras que se hubieran ahogado en la tormenta perfecta del silencio que se ha podido provocar; miras a la cara de asentimiento por lo que explicas; de agitación, porque la adolescencia tiene momentos de hip hop y otros de trapero, a los que intentas poner la voz de Rufus, pero la coctelera te lo expulsa por tu propio “tedeache”. Estos momentos, por los que parece que irás derecho a descanso que te saque del cubo de desechos, siempre serán inacabables; si merecen la pena. 

  En los estertores de la ofuscación, cuando te sacan un dedo que se deshace; En esa mala baba estercoleada en un acto institucional para una concordia en la que se vive, aún con las tensiones propias de caminar y cruzarse por sendas comunes. Aquí, en esta plaza del compromiso, con dificultad porque por ella se cuelan infiltrados, autoproclamados lo que nunca serán, ves a quienes te ruedan desde el ojo del corazón; te pasean por los traveling, que sin ser Wilburys, te abren muros. Te prometes que no serás equidistante, a riesgo que te proclamen "de parte" pero no aceptarás lo vomitado por un empacho de manipulaciones como un alimento en el que encontrar las calorías para estar en formación.

 No sé si cuando vino la consciencia por la magnitud de las opulentas palabras vacías supuradas por la herida infectada en hiena o en tanto que fue la consciencia de daño que hubiéramos infringido al otro en esa conducción temeraria; levantamos el pie del pedal, nos concedimos una oportunidad para volver a leer a Almudena, porque con ella descubrimos quienes entraban en un bar con la zozobra de poder ser reconocido o bailaba con la música de bandas del momento y no para evitar los tiros de los apresamientos o los golpes, siempre a ritmo de la palabra apropiada: patria. 

Y la tendré siempre en cuenta porque, entonces, un poco, pero ahora, al infinito, se ha institucionalizado la verborrea como pantalla en la que mira absortos los vídeos de la 2, las mentiras gozando azarosas trepando por árboles o agarrándose a lianas que describen como selvas, cuando son los decorados de zoológicos para entierros a la capacidad de razonar.

 Ganas de apuntar el día de la partida y ver por la borda todos los acantilados y ser consciente de sus filos, pero también de quienes los superan para buscar barcas a las que recibiremos, cuando los encuentros no sean abordajes

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