jueves, diciembre 02, 2021

Copiado

 El día menos pensado te llega un trabajo y como en un sueño, crees que lo has visto durante muchas más noches.

 Te lo quitas de la cabeza porque dicen que lo bueno de esos momentos es que al despertar se te olvida. Parece como si reconocer lo contrario te pondría en la situación de paranoico. Hombre, dado quien es tenido por paradigma social y precursor de grandes nadas, no te debiera asustar esa denominación, pero bueno, son los tiempos que te pillan.

 A mi que copien siempre me ha gustado, desde que pude aprender los gestos de la tracción orientada y del claque. 

  De la primera, recuerdo que siempre había sido practica, tiempo después para descansar cuando la bajada ya se había hecho larga. No desde el principio; la locura era la de juventud. Con Luis, Peta, Carlos, Miguel salimos de las aguas tranquilas, para ir a Morillejo; ¡buff! el tiempo era tan remoto que hasta no habían pensado cerrar el río para extraerle más rendimiento, como si el fluir no fuera sufiente tarea para él. Exprimir con la excusa de optimizar, incluso al pequeño; allí, a menos de 100 kilómetros de su nacimiento, percibir un poco del salvajismo, ya disminuido que luego veríamos por el salto de la rata, o por el infranqueable, era agradable y entonces, lo disfrutamos.

 Pero esa tracción en llegar y mientras caídas sin esquimotaje, corbatas, paradas por asalto de las orillas,  Disfrute de sentirnos únicos, aunque sin conocimientos. 

  Allí, en Seu, las repeticiones fueron continúas y en nuestras retinas se copió a quienes sabían. Fue, tarde, pero nos fue suficiente. En Bourg Saint Maurice, un adolescente lo hacía y sus límites serían las llaves de nuestros sueños, la Dora Baltea, Himalaya. Nos quedamos más cerca, en las piscinas, en los lagos para realizar esas acciones en el kayak polo. Límites sin crestas, pero si a descubrirte dentro de un grupo, en una cordada que nos llevó unos años, exclusivos, también para hacernos, tal vez para deshacerme.

 El claque es otra cosa; aquellos años de vino y rosa, me sirvieron para actuar en los auditorios de Belfast y de Dublin. En este último, junto con Molly, yo, entonces, no sabía nada de su vida, ni lo delicada de su piel. Sólo sé que nuestro compenetración fue exhaustiva y que luego nos subimos a las tablas. Allí, porque proveníamos de momentos diferentes nos costó dejarnos de llevar al uno por el otro. Eran mis tiempos de Bruce y ella, a cambio, susurra a Eddie Veder. Yo, obtuso, le llamé Weder, pero bueno quien no tiene un pequeño tropiezo dentro del claque acrobático.

 De todas maneras, desvanecerse uno mismo para engañar con unos conocimientos que no tienes, pero plasmas sin ninguno sentido para tí, podría ser un fracaso, sino fuera porque lo llevan a un escenario donde tiran para adelante, aprendiendo de la desfachatez con la que se exhiben los que se dicen frutos del esfuerzo.

 Copiar para no aprender, sólo para cubrir una comodidad que te sea concedida, porque ahí, no estaba en lo que tu crees. Renunciar a ser en lo que tu te descubres, quizás, también porque te lo dan vedado.

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