sábado, diciembre 18, 2021

Cuadrilátero

   Has formado un cuadrado estos días. En cada esquina, al menos en dos que no coincidan en su diagonal, debes poner a dos personas. El juego entonces se podrá realizar y la máxima enseñanza es que el ritmo, aquí también existe. Si quieres aprovechar la velocidad para imponerte ante un defensor contrario; tu mayor velocidad te puede dar ventaja. En este cuadrilátero, con dos esquinas opuestas, lo podríamos entender como un acto colaborativo, aunque descubrimos que se suele realizar entre componentes del mismo equipo

   En una mesa exterior de una bar, cuatro personas parecen pertenecer al mismo equipo. La conversación, si nos acercamos, transcurre en dos niveles. No hay peligro, en ningún momento uno podrá golpear al otro. Es la primera vez que han coincidido para comentar algo que como en nuestro juego necesitará la coordinación en los ritmos. El pasador, recibido y asegurado el balón, confía en que su interlocutor haya tenido la paciencia para esperar a ese momento y entonces salga a toda la velocidad para poder mostrar un sentido de equipo que abra nuevas oportunidades. Y si, parece que una voz más, se necesitará otro momento, otro tiempo. O se ha adelantado y tiene que parar, o esperar mucho, y el anterior donante, deberá parar su salida  y todo es arritmico. Los golpes son de tropiezos, de diferentes niveles. Nada cruel, eternidad sin encuentros.

 Las veces en las que las voces se cruzan, sólo en ruidos, se repiten. Nos acercamos, no obstante, por si existen otras opciones.

 Quizás nuestras muros o suelos, para quitarlos y coincidir, sean menos sólidos que nuestras soberbias ideas y manías.

 Desde las cuatro esquinas, lanzamos nuestras miradas. Las rampas de sus lanzamientos tienen depósitos de queroseno en sus bases. Cada uno dudamos si el otro lo ha protegido para evitar la que un tema lance una chispa que los explosione. 

 En nuestro caso la perspectiva de una comida familiar, o una inesperada y sorpresiva primera vez en la que no se sabía si en los protocolos y en los primeros roces se soltaría todo  un contenido que no caería en un espacio receptivo y abonado para engendrar un nuevo tiempo, dejó pasar cualquier exploración que muchas veces no tiene porque  ser malo.

  Pasado el tiempo crees que las miradas, sin las camisetas con nuestros logos, pueden profundizar en el conocimiento de la realidad de lo que nos rodea. Si perdiéramos también los calzones, nos ayudaría la necesidad de saber que es lo que de verdad nos protege, fuera de esas palabrería lanzadas por isopos que sólo son gotas de gases.

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Siameses y mercader

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Zaida, Fernando y