martes, marzo 31, 2020

Contracorriente


Él llega a un río, desde la orilla ves cosas raras, que no entiende mucho y puede o banalizarlas o endiosarlas.
El caso es que un fin de semana llegas con un amigo, al que le presentas una piragua. Todo muy  formal; hola, aquí mi kayak, y al kayak le dices, mira este es un descreído de lo que le podéis ofrecer pero, hoy parece dispuesto. Coge este kayak, pega un silbido y llama a su congénere. Ya estamos los cuatro, ¿qué hacemos? A parte de otras propuestas, sugerentes, decidís bajar el río.
Nos dirigimos a subirnos a las piraguas, estas se retiran. He bajado ríos y parece que soy el más indicado para calmarlas, venga venid, les digo. Ni caso, se alejan. Yo, empiezo a ver el porqué, ni llevo escarpines, ni chaleco, ni chubasquero, ni casco y la pala sin montar.
Me mira, inquiriéndome: ¿no te da vergüenza? Querer montar otra vez, como aquella vez en el Henares, al que menospreciaste más que un soberbio, a su empleado que si muere, le puede sustituir. ¿Te cuento todo lo que pasaste, todo lo puede pasar?
-          Sin cubrebañeras,  sin apenas agua, en cuanto inclines el barco, entrará el agua, si esta entra, el barco no lo conducirás igual
-          ¿has visto, poca agua, pero muchas ramas, algunas pequeñas otras grandes? Si las grandes te paran el cuerpo, pero yo sigo arrastrada por el agua, ¿qué harás?, sabes que tengo la bañera estrecha
-          No crees que sea necesario el casco y ¿cómo vas a apartar las zarzas, con tu hermosa cabellera?
Miro a mi kayak, avergonzado, siempre ha sido fiel, en función de mi fuerza, mi preparación, el momento de habilidad. Le tengo que dar la razón a todo lo anterior y algo más que te pueda indicar, un buen chaleco, con cuerda salvavidas, la vamos a llamar SEGURIDAD PASIVA, todo lo que tienes bien preparado antes de empezar a navegar.
Hemos tardado un tiempo; por fin, los dos intrépidos kayakistas estamos preparados para viajar por un espacio maravilloso, el agua. El día es duro, la nieve nos va a acompañar por las orillas del río, dando un paisaje, tenebroso pero encantador, como en Peralejos de las Truchas, cuando amaneció con una helada de varios centímetros sobre nuestras piraguas, sobre nuestro coche. Cómo cuando un día bajando entre una nevada copiosa, en el final, cambiado, seco, una buena alimentación, nos sigue hoy día dando nutrientes de amor a las oportunidades únicas.
Ahora ya estamos los cuatro preparados. Las piraguas, cuidadas, arregladas. Esplendorosas. Nosotros equipados de arriba abajo, aunque hoy parezca casi un paseo.
Empezamos el descenso, le pregunto, a vamos a llamarle Pepe, detrás de aquella roca tu crees que habrá la misma fuerza de agua que por la que bajamos nosotros.
Parece sorprenderle, después de un rato, me contesta, que no, que no puede ser posible, porque hay no debería haber agua. Ya pero y si un poco más abajo, nuestro agua ha golpeado en la orilla y una parte baja, pero otra sube; entonces si que habrá agua, le digo.
Nos paramos, el río, por momentos es fácil, y me dice. Pero, ¿el agua va hacia arriba?- Claro. Entonces, sigue intentando deducir, ¿subiendo tenemos que actuar como si bajáramos?
Si, así es, le deberemos dar casco (parte de debajo de la piragua) para que el agua pase por debajo. Si inclináramos el barco, de tal manera que el agua le diera a la bañera, nos podría tirar.
Pues mira que le intrigó el tema, que estuvimos varias horas, dando casco a la corriente de las más variadas formas. Nos divertimos muchísimo. Y no necesitamos vamos. Yo, ya más centrado, después de años, en lo que estaba haciendo. Me sentía satisfecho, sólo de ver lo que había disfrutado como acompañante de un aprendizaje que le daría muchas posibilidades-
Recogimos, teníamos ropa seca en el segundo coche. Nos cambiamos y allí dormimos. En nuestra bolsa estanca teníamos todo lo necesario
Él a la mañana siguiente, mientras subíamos a por el primer coche me comento como había soñado que incluso en ríos más caudalosos, las contracorrientes eran como un seguro de vida. Así es, my friend, le corroboré. Pero, para otro día aprenderemos que a esos pagos, les tenemos que acompañar, también de nuestra cuerda de seguridad, no ficticia, sino real

No hay comentarios:

Siameses y mercader

Siameses y mercader
Zaida, Fernando y