sábado, marzo 28, 2020

El más bello baile con Dylan

Un día te llega la canción, ¡qué título tan raro, la empiezas. No la conoces. No te suena, entonces te dices: no conoces a Dylan, no le amas, convéncete.
En esa misma tarde, con Ramón Lobo, releo "el día que mataron a Kapucinski"; encuentras las llagas de todos los encuentros que ha tenido. Explorador de realidades, con sus gentes que nos muestra, y me ayuda con las malezas que me tapan las tierras a las que también pertenezco. Hoy, él, ¿casualidad?, ¿el mismo ángel rubio, escurridizo nos conecta? twittea la misma canción por escuchar, pero no es, sólo, oír
Toca ejercicio, en la buhardilla, mi mente se mece con la cadencia de la voz de Bob. Son 16'56''. Quizás se hará larga, me surge la duda por mi inconstancia, por mis desconocimientos de claves de la danza, que trato de adquirir en el libro que leo ahora “The place of de Dance”, de Andrea Olsen, maravilloso, sencillo, motivador
. Mi cabeza, al despertar se desconectaba de mi cuerpo, encogido en un día que se envolvió en nieve. Los vientos golpearon la cabeza con oscuros presagios, entre la locura de intereses dementes a las que se entregan gente honrada.
La maldad de los adoradores del dinero, pagará a mercenarios para que ejecuten a quien se interpone en su camino. ¿Hoy?, no, siempre, también aquel día en Dallas.
Le digo a mi cuerpo, siéntela. Aprieto el play

                    Murder most foul.
Y la electricidad de su voz, la tristeza embarcada con los Hades, sacuden mis pies, rodillas, caderas, pulmones, ojos que necesitan abrirse para ver la gente que se monta en la bala dirigida a la autodestrucción. No son ajenos, a sus actos voluntarios
Y mis ojos, contempla como aíslan al cordero en nuestra sociedad actual, de su rebaño, para que las pulcras dentelladas de los criminales monstruos vestidos de etiqueta, penetre para el terror que inmovilice a los demás. La continuación de Shoah, estos días me lo había recordado, palabras empalagosas para la entrada a la ejecución
Al límite, en el día del teatro, mi cuerpo, aprendiz, masculla la emoción de un violín que me rasga para ser penetrado por la dulzura. En nuestro pueblo, se nos ha ausentado también el corazón de nuestro músico para las danzas. Por él, las seguirán, le seguiremos.
Y si, el tiempo es un suspiro para flotar por ese espacio tañido de profundidad. Todo tu cuerpo ha vibrado, pero ha parado; se ha arrojado y ha buscado. Acabó
Necesitas volver a la canción, escucharla de nuevo, es poco. También para explorarte porque viajas a músicas, libros, vidas, sueños mezclados en los matices que ilumina los páramos de un poeta.

Es el acontecer eterno cuando comprendes que siempre hambres, fanatismos, maldad les empuñara un arma que les sacie; e intereses mimetizados de carteles de neón, oscuros pero embellecidos, les fijarán la mira.
Conciencia dolorosa de tanto traidor-vencedor, con el que convives encerrado
Mas en ese momento, 16'56'' lanzas los kayaks de ríos que te calmen para salir de la caída al caos, exploradores de belleza en la música de Puccini, en las palabras de un Mújica que, ¡eh! Estás en la vida, no en la cadena de montaje
Un día, seguiré encontrando Dylan, para que me penetre y me viaje por más de mis yos dormidos

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