domingo, marzo 22, 2020

Películas de hoy, Shoah

La cámara apenas se mueve, la nueva pregunta del director, le escancia gotas de besos robados, con el que ese sufrimiento que abrió una herida por la que cada día muere, puedan penetrar como alcohol que sienta quemarse en su oxígeno que, sin embargo, le restañara de su negro manantial.
La lente, clavado en nuestro peluquero que en ese momento siente, le es el puñal definitivo, impasible que le terminará de deshilachar de la frágil unión con una forma de vida que está sobrepasada en la habitación de su cerebro.
El silencio de la cámara, curandera hermana del dolor, la poco a poco quietud de una tijera atrapada en no querer renacerse.
Al fin el hombre, implorando misericordia porque salir del pozo de sus infiernos, le hace atravesar los círculos que le comen a dentelladas cada una de las porciones de carne en las que le fue deshumanizando su trabajo, cuando a aquellas miradas que eran corazones de vivencias, no les pudo dar más que segundos pasajeros, infinitos de muerte.
Así lo debió hacer el hombre amigo, encarcelado en los barrotes de sus cizallas para dar aunque sólo fuera un minuto, de abrazos y besos a su mujer y hermana, entre las hojas de aceros, maracas de muerte.
El objetivo nos lo transforma en hombre. Miradas de un padre, de una madre, abuela, niño que nos buscan, antes en nuestras seguridades soberbias, con nuestras mecánicas acciones, sin cintas de colores;  hoy, desde nuestros encierros, del que debemos quitar los grilletes del odio, para sentirnos partes débiles de una construcción colectiva con la que escaparnos de los jerarcas de la sumisión

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