miércoles, marzo 04, 2020

El Huerto

Es en la ciudad, cruzando la urbanización que marcó un cambio en sus fronteras de Guadalajara. Afuera por donde corríamos y volviamos a conectar tras haber visitado con nuestras zancadas, el pueblo de Taracena y habernos visto y sentido rodeado de los campos y los limites olivareros de nuestros barrios.

Por allí, entre las antiguas sendas de nuestras carreras casi ingrávidas, está el instituto "Aguas Vivas"; en él, surgen los impulsos de corazones inquietos con sus actos para reinvindicar los árboles, sus frutos; los huertos, con sus cebollas, calabacines, tomates, repollos que nos llaman para una alimentación más sana; para buscarlas desde un cuidado con la tierra, que quiere dejar de ser sobreexplotada para ser ella, con sus recursos naturales que la enriquecen y la arrullan.
A los corazones invencibles, les llega las palabras de las mentes de personas que tratan de ver la tierra, sus bancales, sus propiedades, sus necesidades, sus aguas que la sacien sin asfixiarla por su derroche.
Por segundos, por instantes, eternos para las mentes podridas, se les niega el futuro por los espíritus ofendidos de la impotencia por generar ilusiones, esperanzas. Son segundos, que para las chicas que recuerdan a sus abuelos, a sus tios, podrían convertirse en abismos; pero no, ellas mismas quitan la sal de sus lágrimas y se miran con sus compañeros, con sus profesoras, con lo que son, porque ellos les fueron y comienzan a irrigar nuevos campos, nuevas posibilidades donde antes parecía que todo fuera yermo. Y a su inquietud de juventud, por lo inmediato, les abrazamos para apaciguarles con los años recorridos que sienten que generaron tantas y tantos días con sus sueños, amores, desesperanzas, ilusiones y manos unidas para crear El Huerto.

Descubrirán que vendrán días con sus tormentas que sacian; huracanes que tumban soles que agrietan; pero en mitad de todas esas lunas enamoradizas, amaneceres que no llegan, mediodias que derriten verán que la tierra les viste de mil matices en colores de una paleta infinita; se sentarán a la sombra de ciruelo, con su fruta casi verde, que tantas cosquillas les hace a su paladar; o a la del granado que les regala pepitas de caídas del sol con la que viajarían hacía el interminable horizonte, que se les escapa, liquido entre los dedos.

Aprendiz en tiempos otoñales, me extasio para sentir el sudor que cae sobre la azada, la mirada para triangular los lugares de paso; para abrigar las plantas de estos días locos, para tejer las vallas de los saltos ingrávidos de animales sin límites. Perdí la mirada porque ahora, en todas esas horas compartidas entre los surcos, aunque efímeras la transformé en amor profundo, extasiado por la tierra generosa con las invencibles del "Aguas Vivas", que se buscan para unirse, llevando en cada una sus memorias en El Huerto


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