Situado en una plaza cualquiera, tras las lluvia, temo le espere un oscuro
destino.
Nadie confía ya en él. Albergó ser una guardarropa con las ilusiones de ser
cada día investido con sus chaquetas de corte único. Tapó, en un cajón recóndito,
aquellas calzas regías, gallardas, sostén de su infatigable daga, regalo de sus
ancestros
. De sus calcetines luminosos, destellaban las luces de los mil salones,
donde egregias manos le buscaban para danzar, cuerpos esplendorosos, ante las
babas de súbditos interesados que también tenían, en su caso, calzones, que les
escondían los actos sin vergüenzas en las que habían vivido, a la sombra del bigardo,
para su enriquecimiento.
El armario lo podrán trasladar, pero la llave del neceser secreto de todos
ellos, cayó para ser abierto aquel sarcófago de vidas robadas, para nuestro
conocimiento, su ensimismamiento y debajo de ellos, sus adoradores, con
la conciencia de ser vejados por admitirles en sus villanías.
¡Cuánto da de si un armario!, hasta ganas de destruirlo para que aunque
sigan, por los menos se le vean transparente en los trajes que nos inventamos
para seguir siendo súbditos, siempre con algo con que justificarles.
Te imaginas la sección de toallas. Por un lado las grandes, coges una y
empiezas, empiezas, sigues, sigues y te admiras de su amplitud y entonces, la
encuentras necesaria porque cual alfombra voladora, empiezas a encontrar todos
los pájaros y pájaras que se posaron allí. Con la excusa de descansar de sus
propios vuelos, seguían a nuestra toalla que sobrevolaba todo, para nuestra
mente maravillada de su poder, para su aterrizaje rápido y preciso en los
lugares donde las comisiones le llenaban, sus, ahora comprendo el porqué,
toallas auxiliares, absorbían todos los pagos y la seguían para eso estaban a
juego.
Y en esos arenitajes, los pájaros amebas, ¿se quedaban quietos?, ¡Nooooo! qué
va, las gotas, los billetes que no les daba tiempo a absorber a las pequeño
s tejidos, los recogían al vuelo. No se pueden imaginar la precisión
de esos chupópteros-pájaros. Tras vaciar la esperanza de los que allí vivían.
¿Por cierto, no hay una neurona inteligente en quien viendo esto, se ignominia
él sólo temiendo a quien hasta ahora ha sido leal a su compromiso?
Ya, si nos vamos a las baldas de las sábanas y colchas, allí la cabeza se
nos va y da vueltas porque todos los tejidos que se enamoran de la piel, para
entregarse en una locura de pasión, ciega, están ahí.
Hoy tiene ganas de hablar, no mucho y nos dicen como las orgías pagadas, a
los de a pie, se les dice emputadas, te hacían sentir dueño, por segundos de la
belleza eterna. Todos los deseos, nos dicen esas telas, eran cumplidos, encima
de sus texturas para el amor.
Echaban de menos a uno de sus asiduos visitantes, devenido en petrimetre y
traidor a su pueblo, quizás manipulador para bendiciones que sólo le
esparcirían por su zafiedad y bajeza. Les había sido fiel y ahora, las colchas
las quería transformar en manton. Por eso digo,
Armario, eres un pozo de declaraciones, pero hoy, en estos días. Te puedes
ir; cuando nos sentimos débiles, nos hemos dado cuenta que somos, sin su
excelencia y sin los ídolos, magnificados para que sus amos, nos ordeñen.
Nuestras tetas y sus esencias, para nosotras y nosotros
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