Había nacido
un nuevo tiempo, ella, allí, en el poblado romano no había cambiado de hábitos,
pero surgían gente de todos los lados que ahora la visitaba; eso sí, deslavazados
y desorientados por tener ellos que pensar lo que elegir. Era un rincón con flores de columnas, con abrazos, de ventanas. Los olores viajaban en mil sabores sin prisa, lentos
Yo, en la cumbre, la
miraba; pero también contemplaba al otro lado de la colina; allí, las grandes
aglomeraciones que tenían tomado cualquier espacio por donde se hubiera podido
soñar respirar un poco paz, si es que esta fuese embalable. Pura efervescencia,
puro movimiento, donde se va integrado en una rueda que no encuentra su stop.
Tutatis,
cuando volvía en mi particular partido de tenis, a mirar al otro lado, parecía
preguntarse en la puerta de su tienda ¿Por qué estas murallas, antes con la soberbia de lo exclusivo, ahora derruidas, eran
tan poco visitadas? Nadie pareciera querer torcerse un tobillo por lo
aleatorias que tenían sus posiciones las piedras, ¡pero estas eran estáticas!, sólo
era cuestión de llevar cuidado.
En otro
lado, todo fluía, las hormisonas sabían las rutas que tenían que tomar, el
momento justo, medido que tenían que parar para que otros, (no demasiados pues,
de su espera salía más humo de los frenazos de sus neuronas stopadas) pasarán. Viajaban por estanterias, para posar sus deseos en otras, aún más impersonales, pero perfectas; serviciales, pero pasajeras de un ticket.
Si, mis ojos se aguzaban, con Tutatis había cadenas, pero no transportadoras, sino de sonrisas y en las nuevas manos receptoras, las manzanas
pasaban los obstáculos, montadas en su olor a otoño recién bañado con el
perfume de la tierra seca. Las naranjas cerraban los ojos para que sus
destellos no marchitaran las hierbas que amortiguaban los tropezones.
En otro segundo posterior, aún más sorprendente en la
puerta, ¿le ven?, saluda el cafetero peruano que ha conseguido extraer su esencia
de los granos, para que estos nos laven las legañas de los ojos que soñaron no
meterse en un atasco. ¿No le ven?, saluden. Venían unos seres mal encarados a
darles unas instrucciones, que a su vez estos, habían recibido de un altavoz,
sin un ser detrás, solo un fondo de inversión que ofrece intereses maravillosos
a nosotros, inversores que al no vernos más que detrás del nombre, nos sentimos
humanos. Se volvieron, con sus caras tapadas, cuando vieron que estos últimos,
les metían en el 10% que no importaba que murieran. Había más humanidad, en la pequeñez de aquel chaparro campesino, con ofrendas de mano para el futuro de sus hijas.
Tutatiiiiiiiis,
llego, torpe pero llego hoy, os ofreceré la sala para que mis próximos 31 días,
sea “the place of Dance” Andrea Olsen, hoy, saltando por los pedriscos, veo a
uno de mis profesores, Luis Orna, cuando en el décimo octavo día de libro rico
en retos, muestra “words and feedback” para ser palpitadas sobre los pasos
exploradores. Palabras que salen de Jacques Brel, Le grand Jacques, en un
escenario ruge la cortesía que envolvieron aquellos campos de fresas que eran
observadas desde una Citadelle, orgullosa de sus dos ríos, La Sambre et la
Meuse, plenos, oferentes para un aula de la naturaleza donde Maryse, Michel,
Jean Louis y Jesús montaban sobre sus barcos insaciables para que con sus velas
eficaces buscarán los vientos que dieran
vuelo a las alumnas, pasajeras que
descubrían podían ser pilotos.
Tiempos
antiguos que son vividos por los institutos, con sus corazones adolescentes que
repiten asombrados sus visitas, donde fuera del plástico, sienten la patata, no
harta de agua, que se muestra imperfecta pero insinuante de sabor.
Oh Tutatis, ten
paciencia, porque si consiguieran despegar su pie del acelerador y pudiendo
andar, y vieran entre las engañosas sendas, que una de ella, lleva a la cumbre,
ese espacio que desprende luz propia, ¿será, un, dos, tres un vals a cuatro
tiempos? Y bajarán de sus coches mentales para respirar los árboles, con sus
vestidos cambiantes, filmados por la sangre bombeada a un ojo de sensibilidad
que me atrapa en la buhardilla que me hace ingrávido. Ellos abandonaron
aquellas esclavitudes. Pero tú, tú ….Ne me quittez pas
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