martes, marzo 17, 2020

Extraer un verano multicolor


Para que palpite un verano multicolor, saboreado en “bocados lentos” se necesita que haya un final de invierno con un verde de retozar, engendrado por una lluvia demasiado perecedera que busca remarcar con un incisivo buril  los surcos de tu cara y maquillar con los pelos del pincel mecido por  un viento que quisiera ser gélido, pero es tamizado por la luz de una primavera ya saliente.
Sueño, entre las cuatro paredes, cabalgar entre esos árboles entronizados por las gotas que los limpian y los aires que los abanican. Sé que aquí, en nuestra Castilla, ese verdor es demasiado efímero y sin embargo se me incrusta en el corazón con la profundidad de las aspas que labran los momentos íntimos vividos para vestir tus sueños de Itacas.
Se agitan unos pocos árboles, quizás escondite de animales que vigilan los pasos que soñaron mil records, convertidos ahora, tan solo en motor de diarios diálogos entre cuevas para mil sudores por encuentros en oídos enrojecidos.
La fuerza que emana del natural tapiz abraza estos momentos desorientados. Verde después de la nieve, aquí desaparecerá con los calores que los machacan hasta extraer, por un lado, un azul sobre el que surfean los cuerpos que exhiben deseosos de crecerse por compartir; y por otro lado,  un amarillo en el que granan nuestras experiencias, liberadas de los rigores de aulas donde adoctrinarse.
Hoy, el brillante marrón en el que se hundían las zapatillas de piernas otrora poderosas, saciadas hasta ensuciar la pulcritud, se izaba sobre el polvoriento blanco de verano que castiga con cadenas en los pies los caminos, pero invita a las sombras donde retozan descabalgados intérpretes que se descubren entre las ropas que apenas pueden retener los pálpitos descabalgados de las pieles sensibilizadas por ilusiones, ajenas a estereotipos animalizados en una sociedad consumista, para saberse profundos juegos de lenguas, dedos entrelazados en espaldas cósmicas, exploraciones de unos ojos que se iluminan en cuevas abiertas, que se consienten.
Cuentos repetidos en este invierno yaciente, mas con todos los ingredientes de la explosión de nuevas formas de vida, desde una alfombra de vientos sobre los que ahora, nos gusta vivirnos, porque esos soplos húmedos, desapacibles, nos electrizan en la búsqueda de la nueva compañera que se entusiasme en los trozos de pieles imantadas a pesar de unas cortantes brisas del norte que nos manda saludos de un Papa Noel montado en auroras boreales, que, casi siempre vuelve para despertar el letargo del invierno, aunque la mayoría de los años, sea en forma de un carbón, ahora despertado para comprenderse en sus líneas descompuestas de siglos, de antes vida en la muestra de esa paleta de las cuatro estaciones que lanzados en sus trazos dar un halos de un nuevo nacimiento en las mentes que miran, en su instante, la magia de la creación

No hay comentarios:

Siameses y mercader

Siameses y mercader
Zaida, Fernando y