lunes, marzo 30, 2020

El aguila

Vaya tarde, para mí, que no viene. El viento puede que le ayude pero estas nubes tan llenas de agua y este frio tan grande, yo creo que se ha quedado en el nido, por encima del mar de algodón, con el solecito y se ha dicho. Este se entretiene con cualquier cosa.
Pero no, aquí la tengo, al águila, con unas ganas de cotorrear que si no se ha cometido un pájaro de esos, es que ha estado en un chat de estos de haber quien la dice más gorda.
Efectivamente de ahí viene, todo loco, vamos que siempre hablamos en el balcón pero que hoy me ha dicho: mira déjame pasar, nos sacamos un wiski, de esos que te traje de Escocia, nos sentamos en las dos mecedoras que te arreglo Luis y claro enciende la estufa que desde que te la arregló Sebas, marcha también como cuando hacías el amor.
Me lo he quedado mirando: "será hijo pájara", pero bueno, sabe que sus ironías las ataco, con un corzo que le pongo de muestra en el campo, es de hierro, pero lo disimulo muy bien, pues parece moverse. Cuando le ataca se pega un picotazo, pero es que somos muy bestias para esto de las confianzas.
El caso es que ya, bien asentados, con un primer sorbo, corto, pero como si recibiéramos un rayo, me dice: viste "el exorcista" y la cabeza de la niña;, pues algunos por la ciudad andan parecido. Hacen caso a todo lo que les predican y se van para un lado de puerta se pegan un cabezazo y retroceden para el otro y se dan un nucazo de los que ainas se recuperan.
¿Por qué pasa esto?, estos ya saben cómo son, lo que les dicen, es como si fuera la misa. Entonces escuchan, que desgracia tan grande, tantos y tantos muertos. Todo por culpa de este incapaz. El águila real, yo mismo oigo esto y me digo, joder pues es verdad, nos tiene que importar las personas, sus familias. Su pasado que nos hizo, en fin, me uno a ellos. Pero luego sale otro de los nuestros, eso sí, en momentos de descanso, con un palillo en la boca. Y dice, joder que si paras esto, la economía se va a ir a tomar por saco mucha ruina. Claro, el otro que salía lanzado para aquel lado y ahora va para el otro y además había cerrado la puerta convencido de lo primero, se lleva un cogotazo que casi desmaya. Yo, en mis innumerables e infatigables vuelos, ya me intuía algo de esto, porque esto mismo, lo decían con el cariño de una samba, la vitamina C de una zanahoria, y las botas de un antiguo imperio. Por eso yo me elevé y cuando la cabeza del susodicho dio una vuelta no me pilló de sorpresa. Pero claro, este que lleva la constitución en uno de los lóbulos de la oreja, sonándola a toque de clarinete en cada momento.  Seguro de sí, esplendoroso con un traje que en la vida ni quiso, ni soñó llevar; oye, de los otros, los malos: tal decisión la hemos tomado a partir del artículo tantos de la Constitución. Aquí, ya coge velocidad la cabeza, parece como el helicóptero que ya, en sus aspas coge velocidad.
Lo que les remata, a estos es que los suyos, digan la Sanidad Pública es la hostia, es una maravilla, ha cumplido una gran labor social en esta época de crisis. Y este, nuestro amigo, casi ya aturdido de tantas vueltas. Atina a sacar su seguro médico privado, que le habían prometido, al pagar menos impuestos que tendría la mejor calidad de asistencia médica.
El águila es muy observadora, me dice has visto "12 hombres sin piedad", el último se da cuenta de la decisión que debe tomar, pero tiene tanto veneno encima que se niega a admitirlo.
 Aquí nuestro amigo entra en ignición, bufa, echa humo y su cabeza que gira, que gira, a voltear el aire huracanado que le ha provocado tanta incongruencia.
Y ¿Yo, mientras? Loca pérdida de ira, había quedado con una joven que me estaba esperando, indicándome un conejo al que cazar, pero, joder, con esa inercia del movimiento de la cabeza que me ha cogido una bolsa de aire y me ha traído hasta aquí. A ver si me entiendes, bien, pero hostias, el conejo tenía una pinta.
Yo, le vuelvo a dar un trago a ese wiski y me digo: ¡cuánto pájaro suelto por ahí!
A mi interlocutor, sin embargo, lo miro con cariño. Él planea, y yo, a veces, también planeo escribir algo amamantado en las tierras del Norte, pero se ha puesto la tarde, tan desapacible, que nos hemos puesto a cantar. No me digan que, queridos

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