Eso es lo que me dijo ella, aquel jueves que creí haberla conquistado. Y más, cuando me dijo, mañana río; para mis adentros pensé, me sentía único, "y pasado y al otro" y sin embargo, debo confesarles que todo, desde aquel día siguiente ha sido un sinvivir.
Salgo del trabajo, no sé porqué ese día les había hablado del agua a los estudiantes; joder con el dichoso elemento; perdón, no puedo reprimirlo, ¿saben ustedes lo que es bajar entre piedras, coscorrones, volcado y sin poder salir por la puñetera bañera de una piragua?.
Llego a casa, y ella, que se había quedado allí, dice "vamos", yo hambriento, le pregunto, ¿por qué hablaré a destiempo?, ¿pero sin comer?; yo sabía que la perspectiva era buena, uno lo hace un día y coge querencia, después de la cama, algo habría para comer o lo mismo se nos había pasado el hambre.
El caso es que cierra la puerta, ¡eh!, ¡eh! pero no ¿ibamos a reír juntos?. Ella, en esos momentos, me hizo sentir extremadamente pequeño, nímio, ¡qué mirada!, ¡qué seguridad!. Te dije, me afirma, que hoy, río y para allá que nos vamos.
Su coche lo tenía preparado con dos piraguas. Bueno, pensé, algún lago, un rinconcito y de vuelta.
Pues no, de ida, de ida 400 kilómetros, no era un lago y el tramo era de Broto a Fiscal, lo tengo clavado como el día que más pudé odiar a una de mis consquistas, que por lo visto, son ellas, las que lo hacen; me dice, hoy lo fácil, fíjate bien porque mañana bajaremos con un grupo de expertos, el tramo más difícil de Torla a Fiscal.
Dijo que me fijará, pues no, se quedó corta, más, me clavé ramas en los higadillos, piedras en los entrecejos y la pala en la boca, pues cuando llegué, vivo de milagro, tiré la pala al aire, pensando que el agua me habría llevado hacía delante pero no, la señorita luego me recordó que eso era una contra y que el agua te puede devolver adonde has estado antes.
Ven, mi nariz rota, qué parece de un boxeador experimentado, pues no, sentenció, "es de un tontodelculo", que luego en la cena en Ainsa, ¡qué belleza de plaza!, me lo recordó ella. ¿A quien se le ocurre?, tirar la pala.
Yo, ya en aquellos momentos estaba ennegrecido, no sólo la nariz; sino por el ritmo de vida que me había impuesto, aquella, aquella, si debo reconocer, belleza.
Antes de la cena, ya en la orilla, no habían acabado mis desventuras; al salir del kayak, por décima vez, me imprecó para que lo llamará así, menos mal que me decía también "renacuajo", yo entendía que con cariño; me quité el casco, harto de todo, del material, de la pala, del agua que va a su puñetera bola, sin un orden, ¿no es esencial en la vida?, y eso, ¿no supone un orden?. Con el casco entre las manos, miraba el kayak, la miraba a ella; si ellos entendí que se querían de forma mutúa; pero en mí había crecido un odio, también mutuo, hacía los dos.
El caso es que me resbalo en aquel momento, me doy en toda la frente, y dolorido, me parecía que tenía un gran bulto, como un cuerno. Ella me dice, el primero; yo que me lo tome por lo de los cuernos, le dijé, me voy...; y aquí sigo soñando poder salir de este encierro, para poder bajar un río
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