viernes, marzo 20, 2020

Güil, sentir la ayuda

Si, de todo aquello me recuperé. Ahora, lo pudiera ver como un accidente. El Tajo, bello, arropador pero que se traga piraguas; el Ara, saltimbanqui, aspirador en su inicio en Torla, y tocador de cajón, cuando un tramo de 100 metros ó mil vidas lo bajas boca abajo, dando en fondo, piedras, kayak de compañeros que te quieren ayudar o ramas, pero no de arbolito de Navidad, nunca creí que un flamenco tuviera que tener tanta habilidad para tocar su caja; todo por el arte, en mi caso por el aire.

Hoy, sin embargo, es mostrar lo que es el Güil, como docente, como escribiente, como ser doliente. Dicho cauce de agua, en algunos momentos, al mirarlo cuando subíamos a su lado, por la carretera, me producía la misma desazón que aquella cita, que no sólo apareció, sino que llevaba colgada a su cuello, un murciélago, o si no, díganme como un bigardo puede ir ingrávido, absorbiendo toda la sangre de ella, y la estima mía. Si, pues así se la gastaba conmigo aquel indómito río.

Y sin embargo, ¡qué bello!, me acuerdo que allí estrené "la gattino" (para el gran Bernardo: topolino, ¡qué gente éramos y con qué gente nos hemos topado!). Subías por las carreteras del Tour de Francia, Chateaux de Queiras, estaba un poco más adelante; quizás luego al volver a por el coche que se debía quedar allí, pararíamos a tomar una merecida cerveza, ó quizás, no asiríamos a las tablas de las mesas que en verano están como terrazas y como el último marino que saliera de la cueva del Cíclope, desasido del vientre de la oveja, esconderíamos la cabeza para despejar las pesadillas bajadas.

Ciclistas subían piñones a tutiplén, coches viejos rascaban a sus cascados cajas de cambio; mis compañeros seguros, ¿yo?, ¿conocen como se mueven un flan encima de mi lavadora que suena ahora?, pues, estaba situado en la parte de centrifugado. No atinaba con las lentillas, me quería montar hacía atrás, claro pero para ir hacia delante, como de forma equivocada mantuve a una primera alumna en mis primeros años en los que los dos aprendíamos.
El recuerdo de la primera vez, donde tres, insensatos, mínimo tres en los ríos, decidimos en un río de 5 metros, más o menos, de ancho, hacer todas las rutas de Pirineos juntas. Así que, los momentos de encuentro, fueron los mínimos, como cuando me dicen los chicos de Alcarria Trekking, mira tú estás aquí, en el camino “Camille” y allí, a veinte kilómetros está el Pic de Bigorre, todo en ese pequeño cauce, que vale, si, lo mismo tenía 10 metros.
Hubo un momento, ¿dónde andaban ellos?, en que la piragua volcó, yo salí y me así a ella, un cohete de 200 kilos de plástico y agua dentro, al albur de ola, pasos estrechos, contras a la que no llegas, cables de acero que te dejan marcas para toda la vida. Aquello no paraba, o sí, porque conseguí levantarme, sacar fuera a la bestia y mirar, quizás 100 metros más abajo, donde al subir habíamos visto, una marmita lista para acogernos en su próxima preparación de un menú exquisito. Ese día, no sería
Y hoy, el día que os cuento tampoco, ¿sabéis lo que es ir acompañando de chicos de Turín, de Vitoria y de los nuestros, ya con más experiencia?. Seguridad activa
Si, pura sinfonía, dónde los violines combinan con el piano saltarín, y los tambores marcan los momentos en los que todos sentíamos que nos podíamos ayudar

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