Mi amigo ha tenido que regañar a su gato que se había puesto a comentar la falta de regate de la silla. Estaba enfadado porque depués de haber salido los dos a la terraza para hablar, con una cierta calma, con el butano, en una conversación que en medios periodísticos se llama a tres.
Creía que el gato habría comprendido, tras las palabras duras pero fluídas de reproche que salían de la botella, que su relación con la mesa le sería perjudicial; el volumen de las patas de la mesa le atrapaban cuando el balón entraba en juego.
Al esférico, según sus palabras transcritas por el pájaro carpintero con una precisión que se salía por la línea dos, del cuaderno de Moreno y por eso, Calvo, ya que Rubio, no llevaba asociada tal contingencia pedular; como decía "al cuero" no le hubiera importado esa rigidez de acción de las cuatro patas del asiento, pero si se rebelo contra la insistencia de la pata trasera, en opción verla por la espalda, para que fuera ella la que rompiera aquel letargo maligno. Fue aprovechar un golpe fortuito de la aspiradora sobre dicho taburete desmaquetizado para que se pusiera a botar, en vez de transcurrir por el verde tapiz, que tenía algunas palabras de más con las briznas de las hojas de unos cogollos, que no habían sido recogidas a su tiempo, según decían ellas, por haber asistido al desentierro de sus hojas aún productivas; pero que en mentideros, próximos a la mala vida que llevaban los setos, venidos a menos; ambos, dos y todos los demás habían montado un akelarre de agua, vertidos de pesticidas con un poco de cieno, de tres años sin limpiar, ni mesa, ni silla, ni vajilla que había dado como fruto, una orgía de patas, con patos más o menos, seguidores de la filosofía zen; afirmo que no todo es más, sino que tiene ribetes de menos, porque en su afán de acercarse a la oca, más exuberante, el palmípedo, mete más de lo debido el error que le da nombre a su fémina y que esta, ofendida por la utilización tan procaz y por momentos, aleatoria, según los vientos que trae el tiempo terrestre que con su camión recien atracado en la puerta, puedo llevar a un vuelo demasiado rasero, que al no elevarse, buscan momentos de tope, que si fuera de uno sólo no movería la silla para nuestros fines, pero los certeros topetazos de mil patos, habiendo comentado en la sobremesa que la película de ayer, les había alecionado, en la charla con el celuloide para afirmales que una extremidad no mueve molinos, ni mesas para salir de ese marcaje férreo del recogedor,con fama de, recoge y cierra Espuña, por aquella colina del pueblo de mi perro I el escaqueador, pero que las voces al unísono de los lamentos inseminados sobre el posadero, la habían dedo la cintura suficiente para esquivar las materias tratadas en aquellas reuniones interminables de cuberterías, con aires de bajezas y que por ello, podíamos asociar al gol, de palo, aunque fuera de la pata.
Una narración ardúa, en la que no he conseguido encontrar la moneda que se me cayó ayer, cuando estaba fregando la cacerola, ¿se asustaría del recorrido histórico del cazo, para no querer dar más que la espalda?.
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