Puedes ver pasar innumerables trenes; te los hizo amar Rosendo, el de las 3 y 10, era azul.
Buster Keaton, te montó en otro en el que el vértigo era el asiento sobre el que se te revolvían todos los órganos que antes te eran indiferentes.
Michael va a cumplir con su función de Padrino, viajando con su fiel guardaespaldas que sólo Mario Puzzo podía matar así, poniendo una almohada como escudo protector, ante el pelotón de ajusticiamiento del dictador Bautista, a punto de caer.
Ir a Barcelona, podía ser viajar en caravana como Tom Joab para encontrarte a la Barcelona prometida, que vas descubriendo o, ahora, llegar mientras escuchas un concierto de Miles Davis.
Mapi León, al tren de la selección española le veía pasar y escabullirse, sin tan siquiera lanzar su ulular por celebrar que era una de las mejoras jugadoras de este tiempo. Se le escapaba con dolor dolor
En nuestras diarias y personales imprecisiones, sacábamos conclusiones e incluso podías determinar que no le importaría tanto.
Hoy en poco más de cuatro minutos escuchas su amor por la selección, su entusiasmo por acudir y su esfuerzo por dar lo mejor de su misma. Y una cosa más, su inquebrantable firmeza por no dejarse manipular por quienes destrozan a las personas con un poder ejercido para humillar.
Fue parte de la selección, le pertenece el éxito en el que no estuvo y nos monta en su tren para que compartamos la emoción de las niñas, como en su primer viaje.
Al pasar por las estaciones miraremos a los que están en los andenes y les saludaremos porque podemos ser nosotros, exploradores de esperados nuevos viajes.
Y siempre en el corazón quienes los cogieron y no llegaron, las del Alvia a Santiago; las alumnas y trabajadores del corredor del Henares a Atocha. Y aquella adolescente que tuvo miedo por conocer una nueva estación y regañina, se bajó y dejó un horror instalado en el corazón de quienes la amaban
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