domingo, octubre 19, 2025

Cuando éramos invencibles

  Ya  cuarenta y cuatro años. La juventud era hacia dioses aunque ya hubiéramos visto la muerte demasiado cerca para una madre.

  Algunos sueñan con devolver a sus seres a través de la inteligencia artificial. Esta no puede darnos las entrañas con las que dibujamos tantos instantes en los que hubiéramos necesitado sus abrazos, un logro, una pesadilla, un desamparo en el que la buscamos. 

 Coincidimos un tiempo, nos dieron parte de ellos y trazaron huellas por el corazón que una hormiga arqueóloga se encargará de recorrer, sorprendiéndose de ver balones o porras con chocolate. 

  Todo lo hará siguiendo su tarea, en la nuestra andamos inmersos mientras nos golpea una ausencia más cercana o unas maniobras que van perdiendo sus sabores y humores.

  Sigues aferrado a descubrimientos y ellos andan, de alguna manera, los cimientos que te aportaron los actos comunes que compartimos o incluso sus desvelos ocultos que nos protegieron.

   Aquella moto se vuelve a encabritar porque la realidad te asusta hasta soltar temeroso el embrague. Luego observas que quienes quieren un poder, puede superarte en miseria y agradeces los balonazos en el Escartin, cedido para ti rebelde, o los guas que te llenaban de canicas o el arrojo para apagar un conato de incendio que no podíamos apagar entre cuatro.

  Aprendimos, necesitamos esa decisión muchas veces, en las carreras, en aquel paso amenazante, en la insistencia por conocer una música con la que describir lo vivido. Pee Wee Ellis habla y canta recorriendo sus mundos y su saxo explora los recónditos lugares por donde tejió sus sonidos actuales.

   Nos mecemos por la noche, conducimos por la noche y por el espejo retrovisor nos sonríe lo que nos hizo ser; no tuvimos la capacidad de retener su presencia física; la posible tristeza, se añade a las piedras en el camino por el que nos hacemos. No podemos prescindir de ninguna de ellas; son nuestros para llegar al siguiente Ítaca, no dejemos de amar nuestro camino porque su presencia nos dio el impulso con el que ahora escribimos.

   Tuvimos gigantes que nos posaron en los barcos para la siguiente travesía; sus palmas tenían los surcos por donde fluimos.

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