martes, octubre 07, 2025

Leyenda para un cuaderno de bitácora con acordes

 Encuentras tiradas algunas notas, en un paisaje airado y lóbrego en el que has amanecido y, allí, las armaduras con bemoles y sostenidos parecen haberse agarrado, en un ultimo instante a una barandilla para poder dar testimonio de las melodías vividas, unas pocas compartidas y la mayoría ajenas, tocadas para crear canciones de instantes míticos en vida inabarcables.

  Ves un arpegio triste, nostálgico, como anudadas sus notas en una melancolía infinita, acodado sobre la mesa y piensas que estará rememorando los viejos tiempos cuando se subió encima de un escenario y desde ahí, describirá los 20 mundos que se han recorrido por los lugares más mitológicos que tocaron vivir cuando "los coches de línea" marcaban los mínimos kilómetros de los horizontes posibles y las mulas te aferraba a la tierra, a la que arañabas para extraer un recurso más con el que alimentar a la familia, allá donde fuera.

   Las letras tienen el sabor a beso que se impregna y la picardía de compartirlos antes de perder el sentido por el cansancio de tarea diaria; incluso su humedad juguetea sobre cuerpos que les tocaban superar penalidades y trabajos al límite; también se mesan los cabellos de la tintas aquellas que sucedían en las celebraciones donde se olvidan aquellas cabezadas sobre las tierras de las que luego extraerías el sustento. 

   El instrumento podía haber salido de entre unas hebras sembradas en un clima indolente a las necesidades y unas maderas de las que se podía haber extraído su savia o su dúctil vibración que alegraría las fiestas de final de las cosechas. Las afinaciones se hacían benévolas por el fruto de las vides de años anteriores y se cruzarían miradas con secretos que se repartían entre olivos o pinos que nacieron sobre tierras que la rabia había agujereado.

   Falta el cantante;  no termina de llegar, algunas voces más expertas, dicen que ya no volverá a aparecer con su presencia móvil, dulce, como agarrándote en abrazos, En tiempos de tantas aplicaciones donde Bob Dylan ha tomado una dimensión mientras estiras o bailas un encierro, él conectará las las neuronas de tu cerebro, hoy con un beso que te dio tras una ausencia, mañana, tal vez, con la mano que acarició tu dolor maternal, y en cualquier descampado difícil de recorrer, te subirá a caballo con su calidez y le tocarás el pelo y cuando tus manos se deslicen hacía su cara atraparás una lágrima de su inmensidad felicidad porque hayas llegado hasta ahí. Pudiera pasar que cayerais, pero lo recordarás que habrá sido sobre el mullido prado que con tanto esmero preparó para que las caballerizas tuvieran su recompensa, ya que en aquella casa se trabajaba duro.

    El escenario ha ido recorriendo lugares tan diferenciados que de cada uno tomó, hoy una luna llena para guiarte en los tiempos tristes; mañana, una noche inmensa pero para que te dé el alivio que te permita descansar tras tantos desvelos. En lo más alto versos para tantos a los que amaste en tus actos y un lateral, aquella flor de la ausencia que tanto te daño. 

    El público, alguien ha preguntado por él; sus vidas están impregnadas de tantas esencias que cuidan en su interior, y que se muestra al público en los aromas que nos definen.

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