La Mari entra en escena; por allí anda Broncano y los Pantomima Full, tremendo cinismo ácido que disecciona al director de lo público que lleva sus hijos a la privada. Necesidades, deben ser, diría uno de ellos, sin aclarar si el cargo lo cogió para pagar su libre elección privilegiada. Es lo que tiene la ironía que viene pero no sabes por donde.
A la Mari, que en cualquier otra parte del planeta en el que habitas la puedes llamar o Carmen o Charo o tú, la han quitado el otro pecho; hace 25 años le quitaron el primero. Entre sonrisas, decir que es una putada y volver a la energía que celebra ser una superviviente. Nos enseña la prótesis primigenia y nos anuncia que habla otra. Y por todo ello, 25 canciones en Marzo, con otros tantos artistas para celebrar la vida.
Estamos rodeados de enfermedades; existen las invisibles; tenemos suerte de que aún aguante la sanidad pública. No nos damos cuenta, como la destrozamos cuando votamos a quienes nos la llevan hacía lo privado. Es poquito a poquito, entre rebujitos, naturales y estocadas, pero los datos están ahí, ¡Ay, Emiliano! "Tu quoque fili me"; tanta muleta de corridas para despistar y aniquilar,
A quienes están en esa enfermedades, sin heridas superficiales, amor de los familiares y empatía de quienes viajamos a su lado, entre nuestras imperfecciones. Sea en el Norte, entre soleares, sea en el Sur, entre adolescencia; primero los profesionales y luego la capa invisible del amor que ampare mentes que se han sentido desamparadas. Darles gota de abrazo, donde refugien sus oscuridades, para que sean ojos con los que nos crucemos para sr refugio.
Nuestras Mari, si no canta poco le falta, habla entre adolescentes, algunos adormecidos, otros adoctrinados, algunos cumplidores y otros que debaten y ponen en cuestión, porque como Sanchos o Santiagos se aprende a cuestionar si son molinos o gigantes quienes nos adulan con una entarimada Libertad que da las llaves de una llamada enseñanza Universitaria, a lo que más bien serían academias privadas con capacidad para ser expendedoras de títulos.
Carreras trazadas, desde su tierna infancia, en circuitos privados en las que nunca, lo público ha verificado su ecuanimidad, de enfrentarse a personas que aprobaron oposiciones.
Nuestra Carmen, si no canta, poco le falta, lo mismo también la debiéramos llamar Mari.
La Mari o La Carmen sale al escenario, con su Víctor a la guitarra y, en su instituto o en la Biblioteca, da voz a las personas Migrantes; pueden haber viajado en "La Bestia" a Estados Unidos, los mismos trenes que tomaron los productos de sus tierras para dar al país de esa estatua de la Libertad, los frutos robado por la esclavitud, la aquiescencia en el robo de sus élites, siempre deseosas de servir al poderoso, para ser ellas enriquecidas y la traición militar, tan común, tan cobarde, tan coimera en todos los sitios.
Aquí, en nuestra, tantas veces, pueril Europa, llegan con las embarcaciones de los modernos esclavistas combos blancos de hoy a todo trapo; a cambio nuestra Carmen, con sus actos, infla velas para que lleguen esos seres migrantes a puertos de dignidad y reconocimiento.
Dicen que los que vienen, quitan; cuestionar con un Santi, de aquí o allí, a quien lo insinúa en medio de ser recompensado por un premio que le ha otorgado quien ya le paga. A la vez premiada con Universidades privadas, por su forma de informar.
Nada que ver con La Mari de Chambao, a escuchar el compartir esperanzas, entre seres en búsqueda, sin la necedad del absoluto de los mediocres.
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