Xoel lanza su voz como una esponja que te va acariciando los brazos de los sentimientos, las orejas caramelo, los dedos de encuentros
El viento del Norte, saciado, corta la respiración a la universidad, mientras teje mantos de acero para muros.
Se frotan las lámparas con satisfacciones para sacar monstruos con el desvanecimiento de la autosatisfacción. Nadie escucha el "me canguen la hostia, sacadme de aquí, que brama la ansiosa Sanidad Privada". Educados hasta para esos, nos entregamos a sus facturas, como el elefante, llega a su cementerio, silenciosos y ordenados, dicen, que por el instinto.
Salieron sicarios con la certeza del dinero para eliminar no les importa qué, sólo que era una orden de su benefactor. Triunfo el deseo de ser nombrados elegidos, aunque sólo fuera para servir.
Cuando escucharon las músicas, las siguieron, como al flautista; sin darse cuenta que estas son tan fieles a quienes se entregan que embeberse en ellas, sería transformarlas para que salieran con la identidad de quienes las han amado. Shane McGowan dibuja sobre nuestros lienzos el desgarro que vive cuando canta Fairytale of New York
Desenfundaron descaro con el calibre del desparramar miedos. Saltaron despavoridos los que hilvanaban notas arrojadas para ser estampadas sobre las sendas heladas; las fueron buscando entre sueños, cansancios, vaguerías, repeticiones sin el do del corazón para ponerlas un manto de magia y hacerle frente al odio del percutor.
No eran tiempo para Bambis, porque lanzaban piedras el cielo para matarse con la defunción de la humanidad.
El ansía se había vuelto bulímica y no se hartaba de armar a los abducidos, de glotonear a los que podían invertir en algo tan inicuo como un fondo de inversión, que le taparía, para su pudor, el acto de arrojar su apuesta a su bola a la ruleta rusa de las armas.
Era tan compulsivo el deseo que al político mendigante se le caía las diferentes máscaras en las que escondía su ardiente deseo de ser altar, donde aparecieran todos sus santos patrocinadores.
Allí, en el encierro, nacían paciencias y encuentros de píxeles sin identificar, donde alguien escondía su vigilancia; otros, su curiosidad y alguna otra, su deseo para que, por fin, se atinara en una buena y coherente redacción, fruto de un tiempo, que le animaba mirar, siempre estaría, eso sí, hasta su fin.
Vuelven recuerdos y Lakecía los somete a la pasión, para que los agites y se desprendan los falsos terrores a los que no perteneces.
Lets go Lakecia, dreams to discover in the middle of words and keys.
Sunlights to slice on the snow
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