No hace mucho, tiraron en aquella parcela, cientos de metros cúbicos de tierra; estaba agarrada por los años al lado de una construcción. El lugar había ido recibiendo las inclemencias durante los muchos años de abandono; tenía la magia de un ser infinito, entregado a su larga prole y mujer, de los que se había ido demasiado pronto.
En aquel temporal e improvisado vertedero parecía que se acumulaba lo superfluo, lo que ya no servía. Durante un tiempo quedó como un lugar desolado; una especie de grasa adiposa que por fin, conseguíamos quitarnos de nuestro renovado cuerpo.
Tiempo después un verde parece querer decir que aquello es parte de una vida y su espléndido color llama a la vida.
Si lo dejamos, volverá a sufrir el rigor de las heladas, el viento del Norte que las sana y las lluvia que las dan exuberancia. Siempre hay vida.
De quienes hablamos tienen vida; y en esta se muestran carencia que se solucionan con personas, más docentes, más apoyos, más recursos.
Proclaman celebrar la vida pero la dejan abandonadas para pasar a dar más recursos a quien más tiene.
Políticos que quieren ser administradores pero se convierten en siervos de los que les dan visibilidad para colocarlos donde su única función es facilitar más recursos a quienes les sobra.
Alaban la vida pero para que existan ellos en la cúpula, de una catedral sin dios porque debajo tendrán a quienes teniendo menos recursos pasan a ser esos intercambiables seres, que un día les puede servir y otra jornada tirar, para así abaratar sus servicios e incrementar sus ganancias. Crueldad de quienes ponen imágenes, sin corazón, para justificarse en su falsedad.
Mientras miles de profesores pugnan por salir de ese cúmulo de naderías para dotar de recursos a su alumnado de herramientas para que se enfrenten a los horizontes, que los especuladores les van moviendo.
Marea verde que nace cada día
La puerta se cierra
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