Le miras, por momentos sientes que te sube una cierta irritabilidad; mueve los brazos como hacías en los días que te ponías de mimo en el paseo de la playa y te alegraba cuando te caía cualquier monedita.
Aquellos días conseguiste ir a un estudio de teatro y enseguida te corrigieron esos movimientos espasmódicos que no explican otra cosa que tu ansiedad.
Ahora, vuelves tu atención a Iulio y tienes que reconocer que es más la parte donde todo tenía una lógica, pero no se te ha dado el don de entenderlo.
Mientras, cuando todos esos sonidos se te hacen belleza, cabilas acerca de ir a Torrufent para que te fluya los conocimientos, por encima de los destrozos que provocan los canallas.
En este lugar se ha instalado la tristeza. Todo el grupo aporta sonidos y comunidad dentro de la población; son conscientes que están haciendo su parte; incluso, muchos han confesado que había entregado su voto, al que les ha dejado tirado. Los que lo reconocen, tienen entre sus rasgos de la cara que son un mapa de los sentimientos de estos días, creyeron que daría igual entre tanto bocachancla, enlazado a la figuración desde hace tiempo; otras, que habían sido envilecidas por vendedores profesionales y aquellos que quieren en sus señas pero no pueden atados a tantos agradecimientos por devolver.
Por todo ello, no les había resultado doloso volverse a echar en manos de corruptos, pero armonizaban bien su voz con su desvergüenza y su aparatosidad con sus palabras subidas de tono por una comunidad, por la que ellos, decían, matarían.
En medio de esos brazos buscando armonizan gente tan diversa, el del ultimo pensamiento, jamás hubiera pensado que su promesa fuera tan literal, tan diabólica.
Una niña, allende los mares, pero en una vuelta a casa Amediana, vuela por los cielos a los que parece querer escaparse, quien nada entiende.
Ella reconoce el entusiasmo familiar por haberse echado en manos del caos como forma de escapar de una destrucción, perseguida de forma pertinaz por las élites, que durante unos años se han dado cuenta que las armas pueden generar terror y dar razones a las justicias para querer reestablecer un orden pero que el hablar como un tarao puede tapar la ejecución de las mismas injusticias, pero revestidas de democracia que da mangas más anchas para apropiarse de las riquezas de un pueblo.
Corren tiempos de un baile con los sonidos de las lijas, en Sandpaper ballet, le transportan al oyente mas que ejecutante, a una cómica pieza que tiene detrás una técnica pulcra de una orquesta.
Existe la otra lija, la que muchos de esos depravados que han descubierto que la democracia les expone demasiado, utilizan para quitar derechos a quienes les señalan como dictadoras en medio de la fastuosidad con la que la grisean y amarillean con hojas patrocinadas, que ni debaten, ni objetivan.
El hombre perdido, a la vez, busca sentido a los brazos que trazan equilibrios en los cielos que bailan
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