Al contrario que Irene, Elio había nacido para ser juez y después despreciar a cualquier otro estudioso, si además era la que le atendía en la cola, ¡Uff que mal suena para él!, de un supermercado, cuando eyaculaba sus reflexiones a la pagana audiencia, le generaba un pudor por habérselas aquel ser inferior.
Siempre se piensa que a Baltasar, por hacerse el negro con un partido político lo echaron de la carrera judicial sus propios compañeros, a los que les sirvió de aviso para posteriores desapariciones, estas no virginales, por ser de huidas.
Especulan que deba volver a estudiar nuestro buen juez, ahora la ley del si es si; un peligro para la salud, la contención y el reconocimiento del trabajo bien hecho de muchas personas, no sólo de la pecaminosa Irene.
Nadie se imagina a un machirulo, volviendo a dirigirse a la misma audiencia, por supuesto teniendo, estos, que volver a pagar; aquí no estamos para beneficencias, que diría un fondo de inversión que se apropia de viviendas y tierras de cultivo.
Tampoco viéndole arrodillarse ante sus paganos y proclamando: ¡La hostia! esta tía, los modos son difíciles de cambiar, tiene buen coco; añade, zafio, las etiquetas ayudan al desarrollo cognitivo. Incorregible
Al segundo arrepentimiento, le hacen subir los faldones. El lívido se le apaga y va poniendo en la pantalla los subrayados de sus estudios. Alguno de sus abducidos, aún levanta una voz de protesta. Nuestro hombre sigue desde el púlpito dando magisterio sobre la aplicación de la justicia. Quienes le han impuesto la sanción que parece estar cumpliendo a rajatabla se sienten orgullosos de poder ponerle de ejemplo sobre la eficacia de la aplicación de una buena justicia.
Entonces ocurre la catástrofe, transformando el púlpito en un palco y mirando a su abducido, como si fuera su Jorge Vilda, se agarra con las dos manos, su polla y cojones, como diciendo: ¡se lo han creído, hemos triunfado!.
Alguien, como una reina cualquiera, piensa, " tierra trágame"
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