Saltan palabras para un aquelarre. Vomitados vientos se abalanzan entre los riscos a donde se aferran las cabras montesas, despeñará a la bestia que con sus garras tiene ansías de ellas y poco cuidado por los inocentes aires
Maravilla su intensidad cuando se mueven y como lo ignoramos para nuestras acciones diarias.
Han impregnado en el ambiente, toda la fuerza de las ondas que nos hacen oír noticias de allende los mares e incluso los planetas, pero no escucharnos para saber la repercusión en nuestras vidas diarias.
Javier y Violeta entrevistan a Gabriel Rufián y piden que se suscriban a su programa Carnecruda.es, llevan por las ondas 15 años. Sólo un 10% de sus oyentes diarios, pagan.
Muchas veces ponen audios de personas que les escuchaban pero hasta ese momento no habían podido pagar. Situaciones muy variadas, incluso de fuera de España, para poner en valor su trabajo por otra información fuera de los paraguas del capital
Algunos podrían decir que si ponen la información, la escuchan y punto; pero no la van a pagar porque nunca han pagado por ello.
Es el momento que tanto han esperado las empresas. Aceptar su influencia, sin que esto lo parezca
Poco valoran su tiempo cuando les llenan minutos y minutos de publicidad, que no han pedido.
A cambio, podrían valorar si en algún momento, esos programas pagados, han dado alguna información donde ponga en cuestión la veracidad de la información o del producto de las empresas o partidos que les mantienen.
Sería una pregunta sana, para quienes hablan de Miserables y corruptos, la posibilidad de valorarse a si mismo y la propia equidad ante el aluvión de todo el maremágnum de noticias sin filtro y si su perspectiva es propia o adaptada a lo que le transmiten de una forma absoluta esos grandes emporios que sustentan ideologías a su servicio.
Sostiene Rufián, que llegarán las derechas nacionalistas que se repelen como imanes, con el mismo polo, tienen un antídoto es su servilismo al capital y si, con sorna, afirma Gabriel irán juntos, ¡Seguro! corrobora, con sorna.
Una sandalia se ancla a una mierda; la pisaban despreciando el deterioro que producía exhibir imágenes, pretendiendolas, inicuas.
Cuando sabían cómo las utilizan quienes buscan extender el marco de su predominio y quienes se cobijan bajo ese manto de pretendido buenismo, para sus mercaderías.
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