jueves, agosto 01, 2024

El bosque

  Si fue una serpiente cascabel, no lo sabré nunca, pero que fue un ruido muy parecido al que produce ese animal el que me sacó del embrollo, no me lo podré quitar de la cabeza en casa segundo que me queda de vida.

  Sucedía por aquéllos días que habíamos empezado una relación. Jimena lo hacia con muchos peros y yo, Herminio I, con la prepotencia habitual. 

  El campo era nuestro nexo y cada pradera nuestro tálamo que apenas, por estar crecido aquel año el pasto, nos daba una cierta discreción a nuestros hogueras.

  Por aquellos días, algunos de nuestros familiares se habían ido a hacer una escapada a aquel país, mitad selvático, mitad poseído de ansias obscenas.

   Les dejábamos hacer porque nos habíamos acostumbrado a algunas prebendas, que creíamos inocentes, por nuestra buena disposición a no provocarlas por nosotros mismos; este viaje final nos sacó de nuestro error. Las alimañas siempre tienen hambre o despensas, donde satisfacer sus ansias 

   Aquel último viaje, cuando nos envió una foto al embarcar nos pareció que era la tripulación apropiada hacía el apocalipsis. Sonreímos cuando soltó la burrada nuestra abuela Herodota, tenía el don del periodismo de definir con una palabra lo que estaba sucediendo. No le importó que eso implicará definir a su hijo.

    Se ponía muy bestia nuestra yaya: ¡Cómo pude parir por mi coño a semejante fantoche!, no era fácil reducir los decibelios de sus imprecaciones.

    La vuelta fue inmediata; escribir en el WhatsApp familiar: ya hemos llegado y poner volvernos casi fue en el mismo mensaje o al menos en el mismo minuto.

    Resultó que de los equipajes de mano que habían llevado, como sabiendo que aquello no duraría mucho, salió un ruido extraño.

    No era de uno solo de los equipajes parecía un coro. Algún trabajador de aquel país, luego lo supimos, lo definió como la abuela, con una sola frase:

   la orquesta de los infiernos

   Todo aquel conjunto que había llegado hasta la terminal internacional del aeropuerto fue expulsada bajo el el sonoro, acertado y cruel epígrafe:

   La cuadrilla "serpiente cascabel"

     La abuela nos remató. Si eso fuera verdad:

  ¿Tenemos por casa algún contraveneno?, o en su defecto una rama de haya

    ¿Una rama de Haya, abuela?

      ¡Hostias!

      ¡Abuela!

       ¡Que no se nos envenene el solo; es mi chico.

   Crónica de un viaje a una democracia. Se van a la selva y no les aceptan por primitivos

   

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