Asisto a la enésima proclamación de ser todos iguales, de los extremos que son malos y el mediocampismo como solución y apaciguamiento de nuestra conciencia
Luchar por una sociedad que se cuestione los cimientos que la fijan en el dominio de los poderosos se lo debemos a todas las ellas que dejasteis por el mundo, demasiado pequeñas. A mi manera, para que sepa que te debemos muchos momentos de risas y para que vea que las queremos en un mundo mejor.
No, nunca serán iguales esos extremos en los que apaciguamos nuestra toma de postura; uno, el de las palabras grandilocuentes: España, himnos, invasión de sus llamados "menas"; de vendernos la solución de la violencia con sus seguridades de control y palo. Ese mismo extremo de confiar todo a lo privado, pensiones, sanidad, educación; a los donativos de las grandes empresas que no pagan lo que le deben a la sociedad.. La estructura Amor a la Patria, para salvaguardar el modelo que no tiene ciudadanos.
En el otro, la consciencia de las diferencias no para ser punitizadas sino para ofrecer un modelo común. Consciente de la ciudadanía a la que se le debe dar una acceso a la vivienda digno, por encima de grandes fondos especulativos, de ese amado paraíso, del otro extremo; aquí, siendo respetada en el individuo, no el magnificado individualismo, siempre débil ante el poderoso.
Instalados en el análisis de ese otro, diablo extremo, señalamos su deseo de pedir a los mas ricos que paguen los impuestos que les corresponden, si no más, porque esas banderas e himnos que nos dan para nuestro entretenimiento o exhibición ante esta famosa y denostada esquina del tablero, no nos alimentan. Nos vale la metáfora del taxista al que no se le paga su servicio pero se le da un pequeño donativo envuelto en una bandera y con sonido de himno. Ni a nuestro protagonista le sirve el donativo, ni las apariencias, sufragan los propios gastos.
Sigue pesado quien niega que los extremos se tocan, por malos, siempre se ha dado a entender. Desde la tranquilidad que da sentarse en el término medio, tampoco se analiza ese miedo a la violencia cercana, vendida como un mantra por nuestros opuestos, allí les dejamos al principio del escrito; ese díablo, Podemos, verbalícemos, nos habla de las aguas movedizas de la violencia que admitimos, ejecutadas por las estructuras a las que aceptamos.
Se apuesta, invirtiendo a la industria armamentística. Premio seguro para apostadores con cartas marcadas, que nos hace estar silentes ante el derrame de vidas, de la que si somos responsables.
En el otro extremo, palabra demasiado repetida hoy, defienden la vida para quitar la libertad a quien toma su propia decisión; pero callan, en esa denuncian, en esa izquierda que marcan como furibunda pero que no admiten la maquinaria de guerra como patrón de vida, admitido por nuestros silencios.
Estamos en el lado que describimos que la veracidad de una destrucción de un gaseoducto por "uno de los nuestros", nos violentó en nuestra existencia: amenaza de desabastecimiento, incremento descomunal de los precios. Se pidió, ese "maldito Podemos" que se toparán, por ser especulativos. Esta esquina pidió que pagarán más los enriquecidos por sus obscenas ganancias. Pero no, los de enfrenten callan, la ciudadanía acepta, porque la violencia del próximo, nos atemoriza, igualamos para explicitar nuestras impotencias de poder luchar contra los poseedores del relato.
Suena el corazón que os tiene a ti que te fuiste, y a las tuyas que nos permanecen ante nuestro compromiso por darlas un poquito de lo que, quizás es sólo un sueño
El próximo timbre está por sonar; casi no le pertenecemos ya, o quizás, para siempre, si. Golpea con la violencia de sus actos, el dinero tomado por instituciones protegidas, enriquecidas por siglos para educar desde las diferencias de medios. Lo denuncia aquel lugar lejano, de un círculo que dicen les hace cercanos. Es mentira, están al lado pero con muros altísimos de selectivismo en razón a los medios que se poseen y a decisiones que ahondan el abismo de las diferencias que les separan. Instituciones privadas, la mayoría religiosas que proclaman el magnánimo "dejad que vengan a mi", pero hablando de dinero, no de la infancia empobrecida. Y entonces, ya mayoritarias, ya selectivas, dan prácticas a su alumnado, mientras los públicos agachan la cabeza porque si todos son iguales, no hay nada que hacer. Los pagadores son más iguales en su superioridad mercantil
Pero si, existe un relato y este es el de los podemitas que niega el derecho a dar una educación diferente, excluyente de oportunidades en razón al dinero; por causa de una demoniaca maquinaria que les exime, incluso, de pagar impuestos a esos celestiales conglomerados y sus beatíficos y ciegos beneficiados.
Es tan grande las diferencias de esos igualados extremos y tan largo el camino por recorrer de quienes no tienen quien les cuente el relato que en la noche tintinea nuestras estrellas fugaces que dejan cicatrices de compromiso desde nuestros solitarios pasos.
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