Alguien identificó mal su mirada. La observé porque se produjeron distintos aspavientos entre los espectadores.
Subieron por las escaleras diferentes ideas y un zopenco. Se aturullaron cuando vieron que les prestaban una atención desaforada.
Se habían ido soltando por la tierra, donde diferentes serpientes las arrastraban, para penetrar el recónditas cuevas.
Planearon con los vientos, cayendo al desventarse y remontando con las corrientes de aire que provocan las ondas con sopladores sin dientes.
En las aguas andaban, por segundos, aunque la mayoría del tiempo lo pasaban tratando de salir a flote, dura tarea cuando las colocan piedras que las ahoga y amenazan con dejarlas en los fondos de los mares.
Un desinhibido kamikaze exhibía su testuz, seguro del cuidado con el que era protegida su precaria consistencia de la fortaleza que podían tener ideas libres de dioses, de mercenarios, de los prejuicios que estos aportaban.
En el estadio, sin las pantallas tratando de camuflar su cara, a esta la había animalizado y sus seguidores creían que tenían que volverse, aún más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario