Se podría decir que cuando descubrí las almorranas, había realizado ya algunos descubrimientos menores.
Nada del otro mundo, más bien de este, aunque un poco salados, mis ayudantes. Salían con un pareado y enseguida provocaban bailar el can can.
Fácil no era, el ritmo era el de mi saxofón y no siempre es lo más fiable echarse en manos de un descastado.
Me lo recriminó mi madre; chicos, hombre, nosotros tenemos nuestra casta.
Eso, siempre me lo has dicho. Se reafirmó.
No mama, caspa mucha caspa es lo que me acompaña.
Chico, eso digo. La caspa, reafirma la casta.
Pura genia, pensé; más tras afirmar
Es que cogimos la caspa por reafirmación de parcelas, no siempre bien delimitadas
Lo que dejó demasiadas casas por hacer. Algunos venían por destruirlas, pero nosotros les llamamos casposos, con bastante desprecio.
En fin, pura casta, Juanita. Te escribiré para quedar
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